Por Marìa Julia Arana / La Región
Las imponentes montañas de la Cordillera de los Andes captaron mi atención y la de los otros viajeros en mi primera visita a Perú. Desde el avión todos podíamos disfrutar de la mejor vista de esos majestuosos nevados y tomábamos fotos a diestra y siniestra, mientras el piloto daba advertencias de ajustarnos el cinturón porque estábamos cruzando la Cordillera de los Andes. Una serie de preguntas comenzaron a dar vueltas en mi cabeza: ¿Dónde comienza Perú y termina Bolivia? ¿Por qué siempre pensamos en fronteras si la naturaleza tiene otro tipo de extensiones? ¿Será que estamos olvidando que compartimos mucho más que costumbres culturales entre los países de América Latina?
Además de nuestra historia común, las comunidades latinoamericanas compartimos una injusticia lamentable: somos una de las sociedades con la huella de carbono más pequeña, pero la primera en soportar el peso del cambio climático. Los nevados andinos están sufriendo las consecuencias del aumento de la temperatura del planeta Tierra. En algunas zonas montañosas de la cordillera americana la temperatura se ha incrementado entre 1° y 2°C en los últimos 50 años, un aumento mayor al del promedio global. Esto significa que el objetivo propuesto en el Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura de la superficie del planeta a 2°C en los próximos años ya no es posible de cumplir en las montañas andinas porque ya están viviendo este aumento y sus consecuencias.
La mitad de la población de los países andinos vive en sus montañas, las cuales, además de proveernos un hogar, proporcionan el 80% del agua que bebemos en las ciudades y en las zonas bajas. Para proteger nuestras montañas de los efectos del cambio climático es necesario dejar de pensarnos como países limitados por fronteras nacionales. Los problemas ambientales nos proponen grandes desafíos que no podemos resolver únicamente con políticas locales.
Los asuntos ambientales se han vuelto más y más estratégicos en las relaciones internacionales. El ejemplo más reciente de la (no) acción conjunta fue la disputa entre Argentina y Uruguay por la instalación de dos plantas de pasta de celulosa (Papel) con graves impactos ambientales. Aquello que comenzó como una preocupación ciudadana ante un emprendimiento industrial, rápidamente se transformó en un conflicto binacional donde los estados asumieron posturas innegociables. El conflicto llegó a regionalizarse a través del Mercado Común del Sur (Mercosur) y a internacionalizarse a través del arbitraje de la Corte Internacional de Justicia.
Este ejemplo de disputa política ambiental puede ser pensado como una oportunidad de diálogo binacional y regional. Los especialistas reunidos en el Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andinda (Condesan), dedicada al estudio de las montañas y su relación con el Cambio Climático, están haciendo un llamado a la acción para que América Latina construya agendas regionales que protejan su biodiversidad. María Argüello, directora ejecutiva de CONDESAN, afirma la necesidad de vehiculizar acciones conjuntas para posicionar a la Cordillera de los Andes en las discusiones internacionales. “Las montañas han estado fuera del radar de la política pública y de la agenda internacional por muchos años. Quizás porque siempre se pensó que la región privilegiada de conservación era la Amazonía. O quizás porque se tiene la idea de que en las montañas sólo hay ciudades y nada de biodiversidad para conservar. Nada menos cierto. A 15 minutos de la ciudad de Quito está la mayor área de bosques montados de la región. Y muy cerca de la ciudad de Medellín, hay una región de bosques en peligro de extinción que hace peligrar la generación de agua para la ciudad”.
Hace mucho que vivimos de espalda a las montañas, pero esto está cambiando en América Latina. Argüello recuerda que a principios del 2000 comenzaron a multiplicarse las iniciativas que trabajan en la adaptación climática de la Cordillera de los Andes. Primero se reprodujeron los modelos de trabajo existentes en Europa; ejemplos de ello son la Convención Alpina, un tratado territorial internacional para el desarrollo sostenible de los Alpes o la Convención sobre la protección de los Cárpatos. Luego se iniciaron plataformas e iniciativas propias, impulsadas por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), ONU Ambiente y CONDESAN. La última actividad de promoción se realizó en julio pasado en Colombia en el marco de la “Semana de la Montaña”.
La nueva Agenda Regional sobre Cambio Climático y Adaptación en los Andes
Los países de Sudamérica vienen trabajando intensamente en diseñar un acuerdo regional para abordar los desafíos del cambio climático en la Cordillera de los Andes. En julio pasado se celebró la “Semana de la Montaña” en Colombia y se realizaron varias actividades para impulsar la discusión acerca de cómo crear instrumentos regionales de adaptación.
Una de esas actividades fue la reunión que organizó ONU Ambiente junto a CONDESAN para aprobar la “Agenda Estratégica sobre Cambio Climático y Adaptación en los Andes”, que se viene trabajando desde 2015.
En Bogotá, los representantes de gobierno de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela se reunieron y aprobaron una Agenda Estratégica con 10 objetivos para el proceso de adaptación en las montañas andinas. “Si bien no es una agenda vinculante, se trata de un primer impulso para que todos los países andinos promuevan proyectos articulados para enfrentar el cambio climático”, destacó Argüello y mencionó que durante la reunión se inició el trabajo para un primer proyecto regional que abordará el tema de la escasez de agua en las zonas de montaña.
Un Congreso abierto para que todos ayudemos a proteger los Páramos
La Cordillera de los Andes alberga la mayor región de páramos del mundo, un ecosistema que se caracteriza por su pradera y matorral de montaña. Los páramos suelen estar ubicados en la cabecera de las cuencas de agua dulce por lo que su protección es clave si se quiere preservar la disponibilidad de agua en las ciudades de Sudamérica. Además, los páramos albergan a un porcentaje importante de las comunidades andinas que vive en gran parte de la pequeña agricultura, y que son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático.
Debido a la importancia de proteger estos ecosistemas y a sus comunidades se realizó durante la “Semana de la Montaña” el Congreso Internacional de Páramos y Ecosistemas de Montaña “Hacia Una Visión Regional de las Montañas Andinas”. En él se discutieron acciones concretas para salvaguardar los ecosistemas andinos y para ello asistieron científicos, activistas ambientales y representantes públicos de seis países de la región. Fue una actividad abierta a todo el público, a diferencia de la reunión gubernamental para la Agenda Estratégica. En este congreso se discutieron las similitudes y diferencias de los países que comparten la Cordillera de los Andes y se trabajó en construir instrumentos y políticas específicas para atender estas características diferenciadas. Por ejemplo, Argentina pidió reconocer el trabajo en otro tipo de ecosistemas de montaña ya que este país no cuenta con páramos como el resto de los países andinos. Por ello propuso su propia definición de montaña y presentó su Comité de Montaña, encargado de la gestión integral de estos ecosistemas. El resto de los participantes destacaron esta iniciativa e incentivaron a que el resto de los países construya comités similares.
Chile, por su parte, presentó el borrador de su Política de Gestión Integral de las Montañas que viene diseñando desde 2016. “El 21 de febrero se cerró la consulta pública ciudadana sobre el proyecto de ley que involucró a 14 instituciones y más de 3.500 observaciones, recomendaciones y comentarios. Esta política tiene la visión de que al 2030 las montañas sean reconocidas como un elemento de la identidad nacional, integradas a las aspiraciones de bienestar social, económico y ambiental de Chile”, afirmó Karin Molt González, del Ministerio del Medio Ambiente de Chile.terio del Medio Ambiente de Chile.
Colombia abordó el reto de poner un precio a los servicios ecosistémicos de los páramos, otra forma de decir que se comenzará a pagar por lo que hoy tomamos de la naturaleza de manera gratuita. La propuesta de Colombia surge debido a que el gobierno ha declarado a los páramos como zonas de exclusión de la actividad productiva, sobre todo de la actividad minera. Como esto aumenta la vulnerabilidad de las comunidades que dependen de los servicios de estos páramos, la discusión pasa por generar una suerte de compensación a estas comunidades que no pueden usar estas zonas para su desarrollo productivo. La directora de CONDESAN, Argüello, presentó su opinión sobre este tema:
“Como todo mecanismo de financiamiento no es la solución única a los problemas. La clave es discutir este tema con las comunidades involucradas. Pero sí creo que poner un precio es reconocer la importancia de estos servicios y la responsabilidad de todos ante ellos. Si bien se monetariza la responsabilidad, creo es una forma que puede ayudar a viabilizar la corresponsabilidad. Por ejemplo, en el uso del agua en ciudades. Si no ponemos un precio justo al agua no podremos destinar fondos a su conservación. Pero la clave es dónde van esos fondos y cómo se usan”.
La “Semana de la Montaña” concluyó con un llamado a la acción ante la enorme oportunidad de articulación entre los gobiernos de Sudamérica. Además se firmó un Acuerdo de Cooperación entre los gobiernos de Perú y Colombia para impulsar acciones conjuntas.
Fue un gran logro para nuestros países comenzar a discutir cómo construir una visión común en relación a las montañas y su vulnerabilidad ante el cambio climático. Es imperativo descifrar cómo dar mayor visibilidad a la Cordillera de los Andes en las discusiones internacionales sobre el clima. Pero antes que nada es necesario tomar conciencia de que el cambio climático no se trata únicamente de un problema de índole nacional; que la lucha por evitar que la temperatura aumente menos de 2°C nos debe involucrar a todos; que la adaptación es algo más que medidas y políticas de Estado y que debe ser parte de la discusión de todos los latinoamericanos.
Fuente: Periódico La Región