- Queda un estimado de 200 a 300 ejemplares de paraba azul en el Área Natural de Manejo Integrado San Matías, en el pantanal boliviano, según los investigadores.
- Los guardaparques han unido esfuerzos con conservacionistas y la población local para promover el ecoturismo de aves y ayudar a conservar a la paraba azul.
- Si bien el tráfico de esta especie ha disminuido en el área, una de las amenazas latentes es la quema anual de pasturas que afecta la disponibilidad de árboles donde anidan.
Marcel Caballero tiene 45 años y recuerda con angustia cómo hacia finales de 1990, avionetas procedentes de Paraguay aterrizaban sobre pistas cercanas a las comunidades de San Fernando y Posones, en la entonces recién creada Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) San Matías, en el pantanal boliviano. Las aeronaves llegaban cargadas de generadores de luz, paneles solares y bombas de agua, para proponerles un trueque a los pobladores locales: sus mercancías por tiernos pichones de Paraba Azul o Jacinta. Las aves que lograban obtener eran luego traficadas y vendidas en el mercado negro de fauna silvestre. Ganaban 15 000 dólares por cada pichón.
La década de los 80 y 90 fue una época bastante oscura para una de las aves más emblemáticas de la familia de las psitácidas (Psittacidae). Fue así como la población de la Paraba Azul o Jacinta (Anodorhynchus hyacinthinus) sufrió por la captura ilegal de un estimado de 10 000 ejemplares, extraídos ilegalmente de sus hábitats naturales en Bolivia, Brasil y Paraguay, para luego ser comercializados como mascotas. Los investigadores afirman que un 50 % de estas aves fue a parar al mercado brasileño.
La Anodorhynchus hyacinthinus es la especie de paraba o guacamayo más grande que existe. Su tamaño oscila entre los 90 y 95 centímetros, aunque puede alcanzar en algunos casos los 100 cm. El intenso azul cobalto de sus plumas, combinado con el amarillo que rodea su poderoso pico de color negro, el más poderoso entre estas aves, la convierte en una de las especies más atractivas de la familia de las psitácidas.
Tiene una población estimada en 6500 individuos y solo las vastas planicies inundables del pantanal —el humedal de agua dulce más grande del mundo que comparten Brasil, Bolivia y Paraguay— albergan alrededor de 5000 ejemplares. El resto están presentes en tres áreas más de Brasil, al noreste de Paraguay y al este de Bolivia. Según la lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la categoría de amenaza de la especie fue modificada de En Peligro (EN) en el año 2000 a Vulnerable (VU) en el 2014 (clasificación actual). Esto debido a que la evidencia sugiere que la población no disminuyó tan rápidamente como se pensaba.
En Bolivia, la Anodorhynchus hyacinthinus se encuentra en la categoría de Vulnerable (VU), según el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia (2009), con una población estimada entre 200 a 231 individuos, pudiendo llegar a los 300 ejemplares en vida silvestre, según estimaciones de los investigadores.
La especie está listada, además, en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y en Bolivia se encuentra protegida por la Ley N° 1333 del Medio Ambiente y por los Decretos de Veda General e Indefinida para todas las especies de fauna silvestre del país.
Del tráfico al turismo
La primera vez que Marcel Caballero contempló una paraba azul quedó maravillado por su gran tamaño y belleza. El azul intenso de su plumaje lo sorprendió. Nunca antes había visto un color que se le pareciera. Lo siguiente que vio fue como el poderoso pico de esta ave vencía con facilidad la dura cáscara del fruto de la palma de motacú.
Marcel es un biólogo con amplia experiencia en la gestión y conservación de áreas protegidas. En 1997 fue parte de los estudios de prospección para la creación del ANMI San Matías. Luego, de 1998 al año 2000 apoyó un proyecto impulsado por el Fondo para la Vida Silvestre (WWF Bolivia) y otras instituciones, que ayudó en la formación de “promotores ambientales”, quienes luego se convertirían en los primeros guardaparques del ANMI San Matías. En el 2016, Marcel Caballero retomó sus labores de gestión y protección de esta área protegida, aunque esta vez como director.
“Educar a un niño es educar a toda una familia. Después del trabajo con los promotores ambientales se comenzó a trabajar en la educación formal con los niños, para que aprendan sobre el valor e importancia de la paraba azul en el currículo escolar”, dijo el biólogo en una entrevista con Mongabay Latam.
Y fue así como la educación ambiental rindió sus frutos. Hoy los guardaparques y la población local aseguran que se puede observar a la paraba azul en zonas donde antes no existían registros. “Antes la veíamos solamente en San Fernando y Posones, en cambio ahora se la puede ver en Candelaria y Santo Corazón, incluso yo la he visto allí. Esto es un gran indicador de que el número de parabas ha crecido”, expresó Caballero.
Por eso la Dirección del ANMI San Matías se ha planteado una nueva meta para el 2018: desarrollar el turismo de observación de aves. “Queremos que esta ave sea admirada no solo por quienes viven en el área protegida, sino por los demás bolivianos, que sea un ave emblemática para todos”, manifestó Caballero.
El próximo 6 de agosto, aniversario de Bolivia, y después de casi 20 años, los pobladores de la comunidad de San Fernando recibirán a los primeros visitantes para guiarlos hasta el corazón del área protegida en busca de la famosa paraba azul.
El monto recaudado en este primer Festival de la Paraba Azul será destinado a las comunidades locales que conservan a esta especie. “Creemos que es importante comenzar a trabajar con ecoturismo en la comunidad de San Fernando, para que la gente local vea que el turista viene, consume las comidas típicas que allí preparan, se hospeda, y deja recursos que luego se distribuyen entre las familias de las comunidades”, explicó José Antonio Díaz Luque, director ejecutivo de la Fundación para la Conservación de Loros en Bolivia (CLB), institución que lidera el proyecto Paraba Azul, que desarrolla acciones de investigación, conservación y sensibilización ambiental con esta especie.
Para esta actividad, José Antonio adelanta que CLB está contemplando establecer escondites o “hides” para que los turistas puedan observar a la paraba en su hábitat natural sin perturbarla.
“Entre algunas de las acciones que buscamos como proyecto están el reforzar ese sentimiento que nació desde el propio habitante de San Fernando. Que es el decir, ya no quiero que vengan más los traficantes de aves, porque hemos decidido que este animal vive aquí entre nosotros”, resaltó Díaz.
Los inicios
Cuando Yenny Marcos tenía 10 años fue capacitada por los promotores ambientales y sus maestros locales sobre el valor que tiene la paraba azul para el ANMI San Matías. Luego de 20 años, Yenny reconoce la importancia que tuvo esa experiencia en la población local de San Fernando y comunidades aledañas. “La experiencia fue única. A mí me ayudó mucho en el colegio a tener otro pensamiento diferente sobre el ave. Ahora se ve el progreso de esa enseñanza y las personas tienen más conciencia y cuidan a la paraba azul”, expresó Marcos, quien ahora tiene una hija de siete y un hijo de 12 años interesados en cuidar al ave, y quienes fueron instruidos con los mismos textos que ella.
Yenny le explica a Mongabay Latam que antes algunos pobladores capturaban a la paraba, porque llegaba gente interesada en comprarla. Una forma de pensar que cambió con el tiempo, luego que los promotores ambientales les enseñaron que si capturaban al ave esta iba a desaparecer, y con ello también la expectativa turística de que lleguen visitantes a la zona.
Marcel Caballero explica que este cambio de mentalidad fue una pieza clave para asegurar la conservación de esta especie. Fue así, por ejemplo, como la población local, liderada por Ricardo Barbery, uno de los promotores ambientales de aquel tiempo, hoy el guardaparque más experimentado, se unió en la tareas de vigilancia para decomisar los pichones de manos de los traficantes. Según Marcel Caballero, los comuneros se dieron cuenta que estaban siendo estafados por los traficantes, porque no sabían que era más valioso conservar a estos animales en el ecosistema.
“Ahora la gente local siente un orgullo por la paraba y esperan poder encontrársela en su comunidad. Yo creo que entienden que valió la pena cuidar y conservar a esa ave”, indicó Yenny Marcos.
Danner Flores es otro de los guardaparques que vela desde hace 14 años por la protección del ANMI San Matías. Él indica que en los patrullajes rutinarios que realizan están continuamente enseñándoles a los comuneros y dueños de estancias el valor de proteger a la paraba azul. “La población de la paraba ha crecido más, y es más apreciada por los pobladores, inclusive cuando le dan de comer a sus gallinas, las parabas azules se aproximan a comer el maíz”, afirmó Flores.
Según este guardaparque, el nivel de apropiación y conservación que ha tenido la gente con la especie, le ha permitido a esta ampliar su espacio de distribución. “Inclusive la paraba está llegando a zonas boscosas de bosque alto (bosque Seco Chiquitano), como en Santo Corazón, Bahía Negra y Rincón del Tigre, esto significa que su crecimiento poblacional se está masificando”, expresó.
Willy Armin Montaño, responsable del proyecto Paraba Azul, cuenta que es testigo de cómo los habitantes del ANMI San Matías han cambiado su forma de pensar y actuar. Mientras realizaba estudios poblacionales de la Anodorhynchus hyacinthinus, llegó a escuchar cómo las personas presumían de la cantidad de parabas que llegan a posarse sobre los árboles de sus propiedades.
” ‘¡Yo ayer vi 15 parabas en mi propiedad! Las vi mientras estaba echado en mi hamaca tomándome un chimarrao (Yerba mate)’, me dijo orgulloso uno de los estancieros. Cuando llegué al otro día pude observar las 15 aves y la señora de la estancia nos dijo que hace un rato había 30 parabas juntas. ¡Fue algo increíble de ver!, saqué mis planillas y comencé a llenar los datos técnicos”, comentó emocionado Montaño.
Aves sin nido
Creada en 1997 con 2 millones 918 mil hectáreas, el ANMI San Matías es la segunda área protegida más grande de Bolivia. Su vasta superficie alberga, en muy buen estado de conservación, una parte del pantanal de América Latina, lo que le valió el reconocimiento como sitio Ramsar en el año 2001. También, en el año 2005, fue declarada como Área Importante para la Conservación de las Aves (AICAs), ya que registra al menos 416 especies de aves, entre acuáticas y terrestres.
Según la legislación boliviana, la categoría de Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) permite los asentamientos y el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales dentro de este espacio protegido. Es así que el Plan de Manejo del ANMI San Matías tiene registrada la existencia de 155 predios dentro de su territorio. La mayor parte son estancias ganaderas con un estimado de 100 000 cabezas de ganado.
Y precisamente este es uno de los problemas. La quema estacional de pastizales, en las áreas ganaderas situadas en la zona norte y centro del ANMI San Matías, es una de las amenazas que contribuye a la degradación del hábitat de la paraba azul. Según el Plan de Manejo, alrededor del 40 % de la superficie del ANMI es afectada con frecuencia por fuegos o focos de calor. Estas quemas ocurren al final de la época seca, para propiciar la generación de nuevos pastos para el ganado, un hecho que ocasiona una fuerte perturbación en los ecosistemas de sabana y bosque.
Esta quema anual de pasturas que realizan tanto los pobladores locales como ganaderos, llega a afectar la disponibilidad de árboles donde anidan las parabas azules. “Cuando queman su hábitat se dañan los árboles de Sujo, donde anidan, entonces las parabas deben buscar otros árboles como el Tarumá (Vitex cymosa) o el Toco (Enterolobium contortisiliquum) para hacer sus nidos”, señaló Ricardo Barbery.
La paraba azul anida entre julio y diciembre, la hembra suele poner hasta dos huevos y habitualmente sobrevive solo un polluelo. Los árboles de Sujo proveen el 95 % de sitios para los nidos, destinados a las parejas que se mantendrán unidas durante toda su vida. Uno de los predadores naturales principales de sus huevos es el Tucán (Ramphastos toco), responsable del consumo del 53 % de los huevos depredados.
En el estudio ‘’La paraba Jacinta (Anodorhynchus hyacinthinus): estado poblacional y su conservación en el pantanal boliviano’’, los investigadores concluyen que si bien “se estima que la población de la especie en Bolivia se encuentra relativamente estable y considerada a nivel nacional como Vulnerable (VU), concluimos que debe ser cambiada a la categoría En Peligro (EN) debido a los cambios rápidos que está sufriendo el hábitat de la paraba a causa de las actividades antrópicas y los cambios y/o impactos previstos como resultado del calentamiento global en la región”.
Otro estudio realizado en el 2014, llevado a cabo al este de Bolivia en el Pantanal boliviano, indica que la ganadería extensiva, que es la principal actividad económica del pantanal, está siendo reemplazada por modelos de ganadería más intensivos que provocan la degradación de la vegetación natural por la deforestación y la fragmentación de los bosques. Un hecho que afecta a las poblaciones de Sujo (Sterculia apetala) y que aumenta al mismo tiempo la competencia por cavidades (para establecer nidos) con otras especies de aves, mamíferos, y hasta abejas.
Rol dispersor de semillas
La paraba azul cumple un rol fundamental como especie dispersora de semillas. Esta es una de las razones por las que los investigadores temen la disminución o desaparición de esta especie en Bolivia.
En una investigación reciente, en la que participó José Antonio Díaz de la Fundación para la Conservación de Loros en Bolivia (CLB), se demostró como varias especies de loros, principalmente especies de guacamayos más grandes, en particular tres especies del género Ara, son las principales dispersoras de la palma de motacú (Attalea princeps). Un hecho que ayuda a dar forma y estructura al paisaje Amazónico. El artículo publicado en Scientific Reports, un journal de investigación científica de la revista Nature, demostró que especies como la Barba Azul (Ara glaucogularis), endémica de Bolivia y en Peligro Crítico de extinción, junto con la Ara ararauna y la Ara severus, son las principales dispersoras de la semilla de motacú.
La paraba azul se suma ahora también a este grupo, según un reciente estudio que se encuentra en etapa de publicación. Esta investigación realizada por científicos españoles de la Estación Biológica Doña Ana de Sevilla y el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid; y por expertos brasileños de la Universidad Anhanguera y el Instituto Paraba Azul de Campo Grande; ha demostrado que la Anodorhynchus es uno de los principales dispersores de larga distancia de frutas y semillas, de especies de palmas o palmeras como la Acrocomia aculeata, Attalea barreirensis, Attalea eichleri, Attalea phalerata y la Mauritia flexulosa.
Asimismo, una publicación de la Fundación Noel Kempff Mercado indica que según pobladores locales del ANMI San Matías también se alimentan de la almendra chiquitana (Diptheryx alata) y otros frutos como el paraparaú (Jacaranda cuspidifolia), manga (Mangífera indica), flores de palma (Copernicia alba) y toco (Enterolobium contortisiliquum). Esto confirma que el rol que cumple la paraba azul dentro del ecosistema es clave.
El reto para el director del área protegida San Matías es ahora conservar el hábitat de la paraba azul para mantener la población y permitir que esta se incremente. Si bien han logrado que una parte de los habitantes de la zona tomen conciencia de la importancia de cuidar a esta especie, aún falta trabajar con los ganaderos para evitar que la quema de pastizales siga arrasando con los árboles que utilizan para anidar. Marcel Caballero no pierde las esperanzas: “Ver a los pichones de paraba azul nos da la expectativa de que la zona aún se mantiene en buen estado de conservación, y que además, estas aves se vienen reproduciendo sin ningún problema. Esto nos da una esperanza de que la paraba vaya a continuar viviendo en la zona del ANMI San Matías”.
Foto de portada: Blake Matheson, publicada en Flickr bajo licencia CCBY-NC 2.0
Fuente: Mongabay Latam