Nos hemos acostumbrado a endosarle al cambio climático la culpa de los desastres naturales. Pero este no tiene una conciencia, ni voluntad. Debemos mirar más de cerca las consecuencias de nuestras acciones para reconocer nuestro propio rol en los desastres naturales que sufrimos.
Cuando numerosas autoridades, periodistas y activistas se referían al desastre que ocasionaron las terribles mazamorras (deslizamientos de tierra) de los febreros de 2018 y 2020, la mayoría apuntaban al cambio climático como la fuerza responsable de tal desastre. Sin embargo, ¿Son realmente esos años lluviosos terribles?, ¿traen esas lluvias catástrofes viscerales que amenazan nuestros bienes y nuestras propias existencias?, o, por el contrario, ¿son las lluvias abundantes una bendición para los agricultores? ¿no son las lluvias abundantes clave para asegurarnos la disponibilidad de agua subterránea?, la cual es hasta la fecha, la fuente de agua más importante para consumo y agricultura en el valle de Cochabamba.
Para entender porque estos desastres pasaron debemos mirar a los impactos que nuestra sociedad tiene sobre nuestro alrededor (es decir el valle de Cochabamba, incluyendo la ladera sur del Parque Nacional Tunari). Botánicos coinciden en que hoy solo quedan unos pequeños fragmentos de la vegetación boscosa que antes se extendía a lo largo de la ladera sur del Parque Nacional Tunari. El ejemplo más claro son los bosques de Kewiña (Polylepis subtusalbida) que una vez fueron extensos entre los 3000 a 4000 metros de altitud (aproximadamente), y que hoy sobreviven como pequeños fragmentos de bosques, algunos de los cuales se encuentran bastante degradados (Fig. 1). Arbolitos como el Lloque (Kageneckia lanceolata) que en el pasado fueron abundantes, son hoy extremadamente difíciles de encontrar, o las mezclas boscosas de alisos, tipas, jacarandás (y otras especies) que se extendían a lo largo de las faldas del Tunari son elementos rarísimos en este paisaje.
Cambiamos el paisaje y con él modificamos los ciclos naturales, y ultimadamente estos cambios afectan nuestras vidas.
Los bosques nativos de las laderas del Parque Nacional Tunari fueron en un inicio talados para satisfacer las necesidades tanto de la gente que vive en las laderas, como también de los habitantes del valle de Cochabamba. Al extirparse los bosques nativos, el suelo quedó desprotegido y comenzó a erosionarse. En un intento de recuperar los suelos, se introdujeron árboles exóticos como pinos y eucaliptos de manera masiva durante el siglo XX. Aunque bien intencionada, esta acción no ayudó a parar el deterioro del suelo, pues plantas como el eucalipto absorben mucha agua y no aportan al suelo los nutrientes que necesita para fortalecerse. Estas plantaciones tampoco son hábitat adecuado para numerosas especies de animales nativas de la zona. Estas plantaciones forestales son hábitats vacíos, vacíos en comparación a los bosques nativos. Como consecuencia, hoy tenemos varias especies de aves que se encuentran amenazadas de extinción, como es el caso para la Monterita Cochabambina (Poospiza garleppi), la cual es endémica de los Andes centrales de Bolivia (siendo la cordillera del Tunari un área donde la mayor parte de la población de esta especie habita).
Figura 2. Un paisaje afectado por incendios provocados en 2019 (Foto: Marcia Salvatierra)
Los constantes fuegos provocados anualmente, continúan afectando a las pocas hectáreas con manchones boscosos que aún sobreviven en la ladera sur del Parque Nacional Tunari (Fig. 2). Las laderas con pastizales pueden recuperarse con mucha facilidad. Sin embargo, cuando los bosques son quemados, estos no se recuperan sin asistencia.
La restauración de la vegetación nativa minimizará la probabilidad de futuras mazamorras de mediano a largo plazo. Pero para minimizar el impacto de estos desastres probables en el corto plazo, obras civiles de contención y planificación urbana son claves.
Hoy, la mayor parte de las cuencas (o microcuencas) del Parque Nacional Tunari ya no cuentan con los bosques nativos que protegían el suelo. Este es el caso para la cuenca Taquiña, y estas condiciones fueron claves para dar lugar a las mazamorras que sucedieron en 2018 y 2020. Estas, impulsadas por la fuerza de la gravedad, bajaron con una violencia única y se llevaron por delante todo lo que encontraron a su paso. Desafortunadamente, a su paso encontraron viviendas que se construyeron sobre los paleo cauces o muy próximos al cauce actual del río Taquiña. Estas son las viviendas que fueron destruidas.
Figura 3. Obras civiles construidas por el Servicio Departamental de Cuencas (Gobierno autónomo departamental de Cochabamba) construidas para detener el desplazamiento de tierra en la cuenca alta de la Taquiña. Se puede apreciar abundante suelo erosionado suelto, vulnerable a desplazamiento con la ayuda de las siguientes lluvias (Foto: Huber Villca)
La construcción de obras civiles iniciadas por las autoridades departamentales de Cochabamba (ej. gaviones y disipadores; Fig. 3) es sin duda una medida rápida para disminuir el riesgo de ocurrencia de estos desastres, y de hecho estas estructuras evitaron una nueva mazamorra en febrero de 2021. Pero ¿son suficientes? Si lo que deseamos es realmente disminuir nuestra vulnerabilidad ante estos desastres, debemos pensar en acciones definitivas que ayuden a recuperar los suelos ya degradados.
La restauración de los bosques nativos es la solución. Solo de esta manera recuperaremos los suelos y se disminuirá significativamente el riesgo de más mazamorras en el futuro. Recuperar la vegetación nativa será importante para regular el ciclo hídrico en estas cuencas (Fig 4). Creando bosques, crearemos los pulmones necesarios para mitigar el impacto de la cantidad de gases de efecto invernadero y mejoraremos la calidad del aire que todos respiramos.
Figura 4. Modelo del ciclo hídrico dela cuenca Taquiña bajo dos escenarios. Uno en el cual la cuenca no es reforestada y el otro en el cual la cuenca es reforestada (Fuente: Amandes/Faunagua)
En el año más duro, ocasionado por una pandemia que ocasionó que el mundo pare, varios grupos se propusieron iniciar un cambio para mejorar para restaurar las funciones ecosistémicas que el Parque Nacional Tunari proporciona a los Cochabambinos.
A pesar de que el 2020 fue un año extremadamente difícil para todos, Asociación Armonía, una organización no gubernamental boliviana, se propuso facilitar el desarrollo de un programa de restauración de la vegetación nativa en el paisaje de las laderas sur del Parque Nacional Tunari. Acción Andina, una iniciativa Pan-Andina liderada por Global Forest Generation y Ecoan apoya activamente esta iniciativa. Este programa de restauración de la vegetación nativa del Parque Nacional Tunari es parte de esta iniciativa que implementa acciones en restauración y protección de los bosques Andinos más amenazados en seis países andinos (Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú).
Desde un inicio, Armonía tuvo claro que para lograrlo era necesario establecer una alianza con actores locales. Para este efecto, Armonía promovió la consolidación de una asociación sólida con las comunidades Cruzani, Laphia, Linkupata, Thola Pujru y Totora, que viven dentro del Parque Nacional Tunari (con la perspectiva de expandirse a otras comunidades en municipios vecinos), el Gobierno Autónomo Departamental de Cochabamba, los gobiernos municipales de Tiquipaya, Sacaba y Quillacollo, organizaciones no gubernamentales como AICCA-Condesan y Faunagua-Amandes, y varias unidades del ejército de Bolivia (CITE, Policía Militar de Cotapachi, Servicio de Búsqueda y Rescate de la Armada Boliviana- SBRAB de Cercado y Carcaje y el Regimiento Tumusla). Estos últimos actores, junto con miembros de las comunidades fueron sin duda clave para plantar una cantidad impresionante de árboles. Gracias a esta unión entre actores clave plantamos 104,070 plantines de árboles nativos desde inicios de noviembre de 2020 hasta finales de marzo de 2021 (Fig. 5), constituyéndose en la forestación/reforestación más grande llevada adelante en los andes de Bolivia con exclusivamente árboles nativos.
Figura 5. Vista del Valle de Cochabamba. Las manchas rojas muestran las áreas reforestadas entre noviembre de 2020 y marzo 2021
Esta unión entre diferentes actores tomó su tiempo, pues nos juntamos personas que tenemos diferentes opiniones sobre temas políticos y religiosos que hoy son motivo de división y polarización profunda. A pesar de estas diferencias, mostramos que los bolivianos podemos unirnos y trabajar juntos cuando tenemos claro que queremos un cambio para asegurar el bien estar de nuestros hijos y nuestro futuro en un sentido amplio.
Foto de portada: Un relicto bastante degradado de Kewiñas (Polylepis subtusalbida). Una especie de arbolito alto andino casi endémico a la cordillera de Cochabamba Fotografía: Marcia Salvatierra