• Ubicada en pleno Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) San Matías, en el Pantanal boliviano, San Fernando es la comunidad favorita de las parabas azules, allí la presencia de estas aves no pasa desapercibida, se las puede ver revoloteando en las palmeras de totaí y motacú, sus garridos son parte del paisaje sonoro de la comunidad.
  • Sin embargo, los incendios forestales y la sequía ponen en riesgo a esta imponente paraba. Los pobladores conscientes de los riesgos y del valor ambiental de esta especie, han visto la necesidad de actuar y están trabajando juntos en un proyecto para protegerlas.
  • En lo que va de este 2024, se han quemado 239.249 hectáreas en el ANMI San Matías. El fuego se ha intensificado a causa de la sequía que persiste por la zona.

Por Erika Bayá*

Ramón Rivero y su familia tienen unos inquilinos particulares, un día, una pareja de parabas azules (Anodorhynchus hyacinthinus) eligieron hacer su nido en el techo de su casa, allí llegan a dormir todos los días, sus garridos característicos al amanecer y al atardecer son parte del paisaje sonoro de San Fernando, una comunidad ubicada en plena Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) San Matías que forma parte del Pantanal, el humedal más grande del mundo que Bolivia comparte con Brasil y Paraguay.

En esta población que se encuentra a 265 kilómetros de San Matías, la capital de la provincia Ángel Sandoval en el departamento de Santa Cruz, la presencia de las parabas azules no pasa desapercibida, es normal escucharlas y verlas volar, su plumaje azul vibrante contrasta con el verde de la vegetación. Allí todos los vecinos tienen una historia que contar, relacionada a esta imponente guacamaya que solo habita estos parajes pantaneros.

“La paraba azul es la más hermosa del mundo y queremos protegerla, porque de toda Bolivia, ella vive en nuestra comunidad”,  nos dijo orgulloso Ramón Rivero, quien además complementó que sus inquilinas no solo duermen en el techo de la casa, ellas también bajan a tomar agua de la pileta sin temor a ser atacadas por los animales domésticos, que según cuentan los pobladores, ya están acostumbrados a su presencia.

Para nosotros es una alegría tenerlas en la comunidad, nos cuenta Doris Ortiz Surubí. En el techo de su casa también viven cuatro parabas, padres e hijos, individuos que según relata, ya son parte de la familia. “Yo les hablo y ellas me observan desde los árboles, a una la llamé Rita. Incluso bajan al patio a quebrar las calas del totaí, no tienen miedo, porque ya nos conocen”. En su rutina diaria que se inicia a las 5:00 a.m. se unen a un grupo de 20 a 25 parabas y todas juntas se van hacia el río y se pierden entre medio de los árboles frondosos y las palmeras del bosque. 

Según Doris, a su propiedad llegan dos grupos, de al menos 60 parabas azules que se alimentan de los frutos de las palmeras y otras especies. “Cuando ellas no están, se las extraña”, nos dijo visiblemente encariñada con su presencia.

San Fernando es una comunidad alejada de todo. Un camino en partes arenoso y en otras pantanoso la conecta con la población de San Matías, son ocho horas de viaje en tiempo seco y en época de lluvias la entrada o salida es casi imposible, solo se puede a caballo. La vida de los pobladores transcurre en el chaco, las mujeres siembran frejol y maíz blando el que muchas veces intercambian por arroz, azúcar o carne de res con los estancieros. Los hombres trabajan en las haciendas ganaderas vecinas, incluso en haciendas brasileñas cercanas.

Y es precisamente su lejanía y su ubicación al interior de un área protegida de carácter nacional que convierte a San Fernando en un lugar privilegiado y elegido no solo por las parabas azules, también por las parabas rojas, chanchos troperos, ciervos o batos, que son parte esencial de este paisaje pantanero, y es por esta razón que los pobladores tienen una relación cercana con la fauna silvestre, pero a diferencia de cualquier otro lugar, se trata de un vínculo de confianza y respeto en libertad. Allí nadie las atrapa o las enjaula, las parabas elijen donde vivir y dormir, porque ese es su territorio, su hogar, donde encuentran el alimento que a ellas les gusta.

Cuando fuimos recopilando historias, nos encontramos con Juan Rivero Are otro poblador nativo de San Fernando. Nos contó que cuando trabajaba en una estancia ganadera pasaba todos los días por el mismo camino y un día uno de los árboles de esa ruta se había caído, cuando se fijó había un nido con dos pichones de paraba azul que no dudó en rescatar. “Estaban todavía peloncingas, les di de comer, en tres meses les crecieron las plumas, al inicio celestes, luego negras, hasta que finalmente se convirtieron completamente azules con unos jaspes negros, a los seis meses jugaban a gritos y llamaban a otras parabas, de pronto llegaron como diez más y dieron fin a los frutos de un árbol de pitón de la casa. Un día de esos desaparecieron, una se llamaba Rita y el otro Carbunco, primero pensamos que alguien se las había llevado, pero no, se fueron con un grupo de parabas”, relató Juan con un poco de melancolía.

Un día, cuando fue a pescar, se topó con una bandada y no dudó en gritar sus nombres para ver si estaban en ese grupo y así fue, una de ellas se le acercó un ratito. “Me quedé tranquilo, ahí estaba mi parabita con su grupo, como debe ser. Son hermosas, me gusta verlas libres, no me canso de observar ese plumaje azul con su pico negro y ese detallito amarillo que le da un toque de contraste”.

Una de las parabas azules que surcan el cielo en San Fernando. Foto: Eduardo Franco Berton

Los incendios forestales que castigan al Pantanal

Pero en San Fernando, como sucede en el Pantanal durante los meses secos de otoño e invierno, empiezan los incendios forestales, una de las causas que junto a la deforestación y la sequía pone el riesgo el hogar y el alimento de esta paraba.

En lo que va de este 2024, se han quemado 239.249 hectáreas en el ANMI San Matías, según el último informe del Sistema de Alerta Temprana de Incendios Forestales (Satif). Ayer 31 de julio, esta área protegida cumplió 27 años. Este nuevo aniversario llega en medio del combate del fuego por parte de sus 12 guardaparques, cuadrillas de bomberos forestales y las comunidades, quienes continúan enfrentándose a las llamas ante la necesidad de mayor apoyo por parte de las autoridades.

”El fuego es tan devastador, que nos lo está consumiendo nuestro ANMI San Matías, lo está convirtiendo en cenizas. El fuego ya va a llegar a la comunidad de Pozones, está aproximadamente a 7 kilómetros, y hasta hoy en día, no contamos con una cisterna que nos abastezca de agua, no contamos con una maquinaria que nos permita hacer una línea de defensa…”, comentó en un video Ricardo Barbery, uno de los guardaparques de esta área protegida.

“Antes no se quemaba, ahora se quema por todas partes, generalmente el fuego entra por el Brasil” relató Emilia Rivero Are, otra pobladora. “En la cola del río había árboles grandes donde vivían toda clase de pájaros, allí todo se quemó en el incendio de 2022, esos árboles ya no están, esa zona quedó desolada y sin animales”, nos contó. Para Emilia la solución es cuidar y conservar la vegetación que queda y sobre todo los árboles y palmeras que están naciendo, porque de eso depende la supervivencia de la paraba azul y su permanencia en la comunidad.

El relato de Modesta Ramos, coincide con Emilia y dice que lo que más destruye esta zona es el fuego, lamenta y dice que “eso arrasa con todo, con la vegetación y con los animales que no pueden escapar, eso está afectando por igual a los humanos y a los animales”.

Según Juan Rivero la sequía es otro tema preocupante. Ver a las parabas tomando agua con otros animales es una escena poco común, incluso le ha tocado ver antas y parabas muertas y supone que fue de sed, porque en épocas de humedad las aves toman agua del rocío mientras vuelan. “En estos tiempos de sequía extrema todos los animales sufren la falta de agua”, lamentó.

Vista aérea del ANMI San Matías. Foto: Ernst Drawert / F. Semilla

Emilia complementó que por la sequía es común ver a las parabas tomar el agua en los corrales junto a los pollos y puercos, incluso se pueden ver mamíferos silvestres que buscan alimentos y agua en los chacos, una situación que causa tristeza y preocupación.

Por toda esta situación y conscientes del valor de la paraba azul para la comunidad, los pobladores, maestros de la Unidad Educativa y autoridades, están llevando adelante el proyecto “Guardianes de la paraba azul”, porque reconocen que deben actuar para la conservación de esta especie en su hábitat natural.

De acuerdo al cacique, Luis Fernando Surubí, el proyecto contempla distintos aspectos que tienen que ver con la preparación de una brigada de bomberos comunales equipados, la dotación de un área reforestada de 20 hectáreas con palmeras de totaí y motacú, las especies que son el alimento de las parabas. “Queremos que San Fernando, sea un sitio ecoturístico del ANMI San Matías que se caracterice por la conservación de la paraba azul, sino resguardamos el hábitat donde ellas viven, se van a ir dónde estén más tranquilas y tengan alimento”.

Para Marco Antonio España Vedia, director de la escuela, la gente ha tomado conciencia y se ha dado cuenta que por el cambio climático ya no puede producir sus alimentos como antes, muchos han migrado, por eso queremos pensar en otras alternativas económicas como el turismo y para ello hemos visto que la paraba es el mayor atractivo que tiene esta comunidad.

*Con datos de Eduardo Franco Berton

Imagen principal: Parabas azules en la comunidad de San Fernando, en el ANMI San Matías. Foto: Eduardo Franco Berton

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