Por Eduardo Franco Berton (RAI) / Mongabay Latam
- ¿Qué especies emblemáticas habitan en la zona?
- ¿Existe alguna amenaza a esta nueva área protegida municipal?
Llegar a la comunidad indígena de Camiaco en tiempos de lluvia no es tarea fácil. Por momentos la ruta gredosa hacia el hogar de los Moxeños Trinitarios de Loreto, en el departamento del Beni, nos lanzaba a un costado del camino, muy cerca de anegados pantanos que había a un costado. Delante de nosotros el conductor de una camioneta cargada con una docena de personas en su carrocería se había dado por vencido, trancando la vía mientras sus llantas quedaban enterradas en el barro en medio de los rostros de preocupación de sus ocupantes. Para suerte de todos, logramos ayudarle a salir, y ambos continuamos nuestro recorrido.
Pero en medio de aquel caos, un solitario y anciano comunero venía a pie desde Camiaco. Sorteando a su paso el intempestivo camino, mientras entonaba una canción, fumaba un cigarro casero y cargaba un hacha sobre su hombro izquierdo. En manos llevaba consigo una lata con tabaco humeante “pa espantar los mosquitos”, como me dijo sonrientemente, mientras me daba la bienvenida a Gran Mojos, la nueva reserva de los loretanos.
Gran Mojos es una nueva área protegida municipal de 580 430 hectáreas que cubre cerca del 95 % de la superficie de Loreto. El área se encuentra dentro de la llanura de inundación de la parte central del río Mamoré, que forma parte de la cuenca alta del río Madeira, uno de los principales tributarios del río Amazonas, situado en la parte suroeste de la Cuenca Amazónica. Esta reciente área es tan extensa que alberga una zona de bosque primario de 85 000 hectáreas, en una zona completamente inexplorada, que ha sido declarado bajo la categoría de Parque Municipal. El resto, o sea 495 430 hectáreas, se han consolidado como un Área Natural de Manejo Integrado (ANMI), puesto que allí habitan un aproximado de 14 comunidades indígenas.
Loreto en latín significa laurel, un nombre que resguarda los vestigios que dejó la presencia de los misioneros jesuitas sobre esta región, quienes hace 400 años anduvieron por estas tierras trayendo consigo una nueva fe a la población. La hospitalidad y gratitud de los loretanos (pobladores de Loreto) se debe en sí al orgullo que tienen sobre su legado cultural y entorno natural, algo que percibo fácilmente mientras converso con el caminante solitario de Camiaco.
El proceso de creación del área aunó valiosos esfuerzos entre la Alcaldía de Loreto e instituciones como la Fundación para la Conservación de los Loros de Bolivia (CLB), el Centro de Investigación en Biodiversidad y Medio Ambiente (CIBIOMA) y la ONG internacional World Parrot Trust (WLPT). Sin embargo, uno de los componentes más importantes del proceso fue la misma gente local. “Algo muy gratificante que me tocó vivir fue ver cómo las personas de Loreto se involucraron en la causa. Ver cómo es posible que un área protegida sea creada por la misma gente, eso fue muy impactante. Un 15 de febrero de 2017 se cambió el destino y la historia de un pueblo entero”, me comenta emocionado José Antonio Díaz, quien es el director de la Fundación CLB.
Por su parte, los expertos afirman que la conectividad que tiene esta reserva es muy valiosa y fundamental para el mantenimiento de las funciones ecológicas de ecosistemas importantes. Hacia el sur se conecta con el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), un área seriamente amenazada, donde el Gobierno boliviano está promoviendo la construcción de una carretera. Según el ambientalista Pablo Solón, ex embajador de Bolivia ante la ONU, en una carta al presidente Evo Morales expresa que este proyecto hiere la Madre Tierra, no respeta los derechos indígenas y viola de manera “imperdonable” los derechos humanos. Hacia el sur, Gran Mojos se conecta con otra área protegida municipal del Beni, el Ibare Mamoré, y forma parte también del Corredor de Conservación Binacional Vilcabamba-Amboró, que comprende Perú y Bolivia, en donde el área ayudará a mantener la continuidad.
Según el biólogo especialista en ecología e investigación ecosocial Huáscar Bustillos, toda esta conectividad ecológica ayudará a mantener los movimientos estacionales, permitiendo que las especies vivientes encuentren zonas propicias para la reproducción o búsqueda de nuevos sitios de vida. Así también, Bustillos afirma que este corredor expandirá las zonas de protección de animales sensibles a la intervención humana logrando consolidar un poco más, sus nichos ecológicos, y también, asegurar la protección de áreas de alta sensibilidad biótica.
Un santuario natural para especies endémicas y amenazadas
Federico Moreno es un ingeniero agrónomo que dedica su vida al estudio y el cuidado de la fauna acuática de la Amazonía boliviana. Cuando no está entrenando karate con algún otro cinturón negro, se encuentra en el museo del Centro de Investigación de Recursos Acuáticos (CIRA) de la Universidad Autónoma del Beni, investigando diferentes especies de peces. Federico me explica que Gran Mojos tendrá alta importancia para la conservación del delfín boliviano de río, el bufeo Inia boliviensis, endémico del país y declarado Patrimonio Natural del Beni en 2008 y a nivel nacional en 2012.
“Esta nueva reserva será muy valiosa para el bufeo, ya que las condiciones del agua de los ríos Isiboro y Mamoré son apropiadas para la especie. También será importante porque se protegerá el tema acuícola de peces migrantes que vienen a desovar en esta zona, como el pacú, tambaquí, la chunquina, el surubí, sábalo y saltador, que llegan de los afluentes que existen en el TIPNIS”, señala Moreno. “Los progenitores arriban entre septiembre y octubre, y desovan entre noviembre y marzo, luego siguen su recorrido. Así comienza a multiplicarse la nueva generación de peces. Los nuevos guardaparques de esta área deberán realizar un arduo control sobre la pesca”, puntualiza.
Por otra parte, en lo que respecta a aves, el estudio de diagnóstico integral para la creación del área, elaborado por Cibioma y CLB, ha determinado que en Gran Mojos existen 463 especies, correspondientes a 316 géneros, algo superior en comparación con otras áreas protegidas del departamento beniano. Muchas de estas especies se encuentran en alguna categoría de amenaza, lo que incrementa aún más el valor de conservación que tiene el área.
Entre ellas están el guacamayo Barba Azul, conocido localmente como Paraba Barba Azul, que es endémica del Beni y se encuentra En Peligro Crítico de extinción según el Libro Rojo de Vertebrados de Bolivia. Es así que Gran Mojos sería la reserva con la mayor área de nidificación del ave que se conoce y ayudará a proteger una importante población reproductora de 50 individuos, los que según CLB y Cibioma estarían usando el área para reproducirse y vivir. Según los ornitólogos, solo quedaría una población total estimada de 250 individuos.
“Desde joven siempre me importaron los animales en peligro de extinción. Por casualidades de la vida me interesé en los loros y parabas, sobre todo en especies que estaban muy en peligro, y la más amenazada era la Barba Azul. Así llegué a Bolivia el 2008 y comencé a dedicar mi tiempo y energía en su preservación”, cuenta el técnico en gestión de recursos naturales José Antonio Díaz, mientras me explica que el guacamayo Barba Azul, el bufeo y el jaguar fueron algunas de las especies emblemáticas que justificaron la creación del área, las que son consideradas clave y tienen un alto valor turístico que se podrá aprovechar.
Gran Mojos albergaría también una muestra representativa de la avifauna de los llanos del Beni, con aves de alto valor para la conservación, como lo son el piyo o avestruz americano (Rhea americana), el águila coronada (Harpyhaliaetus coronatus), águila harpía (Harpia harpyja), pava pintada (Crax fasciolata), guacamayo siete colores (Ara macao), avioncito (Alectrurus tricolor) y diferentes especies de gallareta.
La existencia de diferentes biomas, como el área de palmares, tanto de palma blanca como palma de motacú, y luego el bosque primario amazónico que está en buen estado de conservación, son importantes no solo para las aves residentes, sino también para las aves migratorias, como por ejemplo el ganso del Orinoco, esto debido a un importante sistema de lagunas que presenta este lugar.
En lo que respecta a mamíferos, se destaca la importancia de varias especies vulnerables según la UICN y el Libro Rojo de Vertebrados de Bolivia. Además, según los biólogos, estas son consideradas como especies emblemáticas y la mayoría de ellas vulnerables para la región amazónica, como son: bufeo (Inia boliviensis), jaguar (Panthera onca), tigrillo (Leopardus wiedii), ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), perro de monte( Speothos venaticus), armadillo gigante (Priodontes maximus), anta (Tapirus terrestres), oso bandera u oso hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla), monos aulladores Alouatta caraya y Alouatta sara –endémico de Bolivia, y mono araña (Ateles chamek), entro otros.
Según el estudio de diagnóstico integral la elevada superficie de Gran Mojos permite mantener una alta diversidad de ambientes naturales y ecosistemas funcionales, los que podrían estar cumpliendo un importante papel como corredor biológico para el jaguar, ayudando a mantener poblaciones saludables de este felino.
El área de los loretanos
“Para nosotros los pueblos indígenas no es novedad tener un área protegida, porque venimos conservando ancestralmente, nuestra cosmovisión siempre ha sido esa. En nuestro hábitat convivimos con el bosque, la caza y pesca con fines de subsistencia para la alimentación de nuestros hijos”, dice Miguel Cuasabe, indígena Moxeño Trinitario que vive en la comunidad El Boibo, una de las que existen dentro de Gran Mojos. Cuasabe es miembro del Concejo Municipal de la Alcaldía de Loreto y reconoce con orgullo cómo la población se ha apropiado de los valores de su territorio, su cultura y entorno natural, generando así una formación adepta al desarrollo sostenible.
Según el Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2012, Loreto tiene una población de 3859 habitantes, un 95 % de esta población es indígena, y de la misma, un 70 % aproximadamente pertenece a la etnia Moxeño Trinitario, el resto a la Yuracaré. En ese sentido, el proceso de creación de Gran Mojos fue fruto de un extenso proceso de consulta y concertación con la población local, con un mandato social y político de áreas protegidas para la gente.
Fue así que uno de los elementos económicos que motivaron y justificaron la creación del área por la gente de Loreto fue la expectativa de incrementar la actual actividad turística del municipio, de gran potencial. Así también, los mismos loretanos fueron quienes escogieron el nombre de Gran Mojos, debido a los pueblos indígenas que habitan dentro.
Entre otros temas, el proceso también ayudó a definir los límites intermunicipales entre Loreto y San Andrés, pueblos que tenían una disputa histórica por un área de 105 000 hectáreas que no estaba definida y que decidieron dividirse a la mitad, sellando el acuerdo con la firma de un acta de delimitación. De esa manera, la confianza generada en el proceso de Loreto contagió al mismo municipio de San Andrés, cuyas autoridades también demostraron su interés en la creación de su propia área protegida municipal más adelante.
“Pero también tenemos algo de problemas. Sobre el margen entre Loreto y San Andrés hay un río, justo en una zona del área que queremos declarar intangible, en donde se han asentado unas comunidades que no son indígenas, sino asentamientos humanos de colonizadores y campesinos. La visión de estas personas no es igual a la de los pueblos indígenas”, comenta preocupado Cuasabe mientras me explica los problemas de nuevos asentamientos y deforestación próximos al área.
Los bosques que están siendo deforestados pertenecen a bosque amazónico primario y de perderse pueden facilitar el avance a otros lugares de la reserva. “Si hacemos un buen trabajo las autoridades del concejo con el Ejecutivo, y hacemos cumplir la ley mediante, el área puede ayudar a detener el avance de esta deforestación. Pero vamos a necesitar realizar un fuerte trabajo de gestión para ello”, comenta.
Interculturales de San Andrés: una amenaza latente para Gran Mojos
En un panorama distinto al de Camiaco, cuando llego a la comunidad de San Pablo, en el municipio de San Andrés, decenas de letreros de agroquímicos y tractores transitando por la carretera me dan la bienvenida. Allí me reúno con el productor de arroz Alan Núñez, quien manifiesta que la producción de este grano en el municipio inició el año 2000, primero de forma mecanizada en pequeñas parcelas cerca de la carretera. Todo ello, como parte de un proceso contagiado por el municipio vecino de Guarayos, que está en el departamento de Santa Cruz.
“Yo desconocía que se estaba creando una nueva reserva en Loreto. Con el tiempo va a haber que tener cuidado, ya que la gente va a seguir llegando a San Andrés. Ha sucedido y está pasando con otros parques en Bolivia”, comenta Alan Núñez, quien cree que al igual que muchos otros parques naturales en el país, Gran Mojos estará bajo la presión de los campesinos migrantes.
Narciso Flores, quien es el Responsable de la Unidad Forestal de la Sub Alcaldía de San Andrés, se encuentra bastante preocupado por la llegada de migrantes campesinos al municipio. “Los migrantes están llegando, principalmente de los municipios de San Julián y Cuatro Cañadas, del Departamento de Santa Cruz. Hasta hace dos años eran 72 comunidades, hoy son 112. Es un índice muy elevado”, expresa.
Según el Atlas Socioambiental de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), los municipios de San Julián y Cuatro Cañadas ocupan el segundo y tercer lugar respectivamente de los diez municipios con mayor superficie deforestada al año 2013 en las Tierras Bajas y Yungas de Bolivia por conversión agropecuaria.
“Lo que pasa es que el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) otorga las solicitudes de tierras, y los interculturales llegan al municipio a sabiendas donde se van a ubicar. Mientras la Alcaldía está registrando una nueva comunidad llega otra más”, dice Narciso Flores.
El funcionario municipal me indica que desde el gobierno central existe una política de cumplir promesas de dotación de tierras y el medio ambiente va a sufrir de estas consecuencias, porque los campesinos vienen a desmontar los bosques altos que quedan para recuperar su inversión, los que según el Plan de Uso de Suelo (PLUS) del Beni son de vocación forestal y no agropecuaria. Narciso explica que hay productores que siembran 15 hectáreas como los hay también los que siembran 1500.
“Está bien, por un lado el Gobierno desea preocuparse por la seguridad alimentaria, pero por otra parte debe verse también la protección del medio ambiente, la biodiversidad, los animales. No estamos pensando en la flora y fauna. Cuantos comunarios han desmontado sin autorización. No hay un manejo sostenible de nuestros recursos forestales”, reclama Narciso.
El funcionario explica que en los últimos años ha existido una creciente colonización en San Andrés, inclusive el mismo Censo Nacional demostró un incremento en la población. Cada comunidad está formada por 60 a 70 familias, y tienen en su poder un aproximado de 2000 a 2500 hectáreas por comunidad. Según estas cifras, esto representaría una ocupación de un territorio de entre 224 000 a 280 000 hectáreas, muchas ya deforestadas y otras en riesgo de una deforestación progresiva en el tiempo. Sin embargo, San Andrés no cuenta con un registro oficial del avance de la deforestación pero las fuentes locales estiman que allí se siembra el 70 % de todo el arroz del departamento del Beni, unas 21 000 hectáreas, cifra que va en constante crecimiento.
“Con el área protegida vamos a poder regular el aprovechamiento de los recursos naturales, no estamos en contra de eso, sino que debe ser sostenible”, puntualiza por otra parte Miguel Cuasabe, esperanzado cuando comenta sobre los retos que traerá consigo la gestión de Gran Mojos.
Fuente: Mongabay
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