- Mongabay Latam habló con Cecilia Requena, senadora del Estado Plurinacional de Bolivia que tiene una larga lucha por la defensa del medio ambiente. Ahora se enfrenta al poder que tiene la minería descontrolada que ingresó al Parque Nacional Madidi, en el norte de La Paz.
- Ve en autoridades nacionales de Bolivia un doble discurso sobre la defensa ambiental. Requena dice que no hay políticas públicas que defiendan las áreas protegidas y que ahora el país sudamericano no puede salir de un modelo extractivista.
Por Iván Paredes Tamayo / Mongabay Latam
Eran los inicios de abril de este año. Cecilia Requena, que tiene dos años como senadora en Bolivia, había recibido en su oficina, en la ciudad de La Paz, denuncias de una feroz incursión minera en uno de los parques naturales más biodiversos del mundo. Se trata del Madidi, una de las áreas protegidas más grandes de Bolivia y que se encuentra al norte de La Paz. No dudo en ir a la zona. Agarró sus cosas y llegó al lugar en conflicto. Estuvo varios días y recibió más y más denuncias. Todas contra la brutal extracción de oro que está matando el bosque tropical. Llegó a lugares de máxima protección y vio cómo las manos del hombre destrozan la casa de los pueblos indígenas.
En el último día de inspección, Requena decidió llegar a la comunidad de Chushuara. Le habían dicho que en esa zona un grupo de colonizadores ataron a dirigentes indígenas. La senadora y la comisión que la acompañó llegaban a una de las orillas del río Beni. Estaban por anclar su embarcación y fueron recibidos con una dinamita. Estaban impactados. Decidieron seguir y como otra respuesta les lanzaron grandes piedras. Los extraños no querían que llegaran a suelo firme, pero lograron hacerlo. En tierra fueron agredidos. Una mujer tenía un machete y un varón un arma de fuego. Los visitantes tenían temor. Intentaron robarles sus teléfonos celulares y los insultaron. Al final decidieron irse. Los agresores son los que defienden la minería abusiva que está acabando con esas tierras. Días antes expulsaron a los propios comuneros de esa zona.
Ya en La Paz, Requena levantó las denuncias correspondientes y todavía no tiene respuestas del gobierno del presidente Luis Arce, quien fue ministro de Economía de Evo Morales. La senadora ve un doble discurso en las autoridades, ya que —dice— se jactan con palabras de defender a la Madre Tierra y no hacen nada para combatir la minería en áreas protegidas. Es más, les dan avales para este tipo de incursiones.
Siente esa misma impotencia con lo que pasa en el parque nacional de Tariquía, en el departamento de Tarija al sur de Bolivia. En esa zona se aprobó la incursión petrolera y empieza a ingresar maquinaria al bosque seco, que está muy cerca del Chaco. Requena hace fuerzas para seguir dando batalla. No baja los brazos y alista nuevas incursiones. De eso habla en esta entrevista con Mongabay Latam.
—¿Cómo nace esa vocación de la defensa ambiental? ¿Hace cuánto tiempo?
—Desde que tengo memoria. Por ejemplo, en un viaje a Cochabamba, de muy niña veía a la naturaleza con mucho cariño; y (tenía) la consideración con los perros de la carretera que buscaban un pan. Como todo niño tenía esa sensibilidad especial. Luego puedo pensar en otro hito. Una clase de Biología en el colegio en la que nuestro profesor nos mostró la cantidad de bosque tropical. Le estoy hablando de los años ochenta, veíamos la cantidad de bosque tropical que se destruía a cada minuto y salía al recreo angustiada. Entendía que era un problema.
Muy pronto estuve de voluntaria en la Pro Defensa de la Naturaleza (PRODENA), una de las organizaciones más grandes de Bolivia. En ese momento se aglutinaba a varios profesionales de ONG y ahí éramos voluntarias, gente que hacíamos todo por causas. Recuerdo el trabajo de la conservación de la vicuña. Bolivia casi pierde la vicuña, claro, hubiera sido fácil repoblarla porque hay en Perú, pero en Bolivia casi se pierde. Ahí fue cuando se creó el parque nacional Ulla Ulla. Luego hicimos cosas más urbanas. Recuerdo una campaña contra las bolsas plásticas cuando había los primeros supermercados.
—¿Cómo ve la defensa ambiental de esa época a la actual?
—Han cambiado muchas cosas, unas para bien y otras para mal. Para mal, la situación es mucho peor hoy de lo que era en ese momento, pero por otro lado la consciencia ahora es mucho mayor. Antes éramos marginales, éramos casi ridículos para mucha gente, éramos locos, delirantes. No entendían muy bien qué nos animaba a esta lucha. Ahora hay más consciencia, es un tema de agenda pública y eso me parece un gran avance mundial y con institucionalidad mundial, por ejemplo, los convenios de cambio climático, de biodiversidad y, al mismo tiempo, la paradoja, el desastre es mayor. Ese desastre tal vez alimenta mayor consciencia. La pregunta es ¿vamos a llegar a tiempo? ¿Esta conciencia será efectiva a tiempo? Esa es una pregunta que está ahí como una espada de Damocles.
—¿Cree entonces que hay más consciencia ahora?
—Totalmente. Hay más consciencia, pero no necesariamente más acción, no hay una consciencia que se verifique en hechos. Ese es el problema, eso es lo que nos está faltando. En el caso de Bolivia, por ejemplo, que se exprese en políticas públicas. Lo que veo es que hay más discurso, incluso hay gente que instrumentaliza el discurso ambiental, pero con una máscara para ocultar otras cosas. Lo sustancial, que son las políticas públicas o las prácticas de las empresas, eso no está cambiado suficientemente profundo y rápido, por el contrario, estamos yendo, en el caso de Bolivia, en sentido contrario. Estamos deforestando más, estamos contaminando más el agua, estamos profundizando el extractivismo, estamos contribuyendo a acelerar el desastre.
—¿Es fácil la combinación entre política y defensa ambiental?
—Casi diría que incursioné en la política por dos causas: he trabajado desde el voluntariado y desde la ciudadanía por la democracia y la vida, la ecología, el ambientalismo. Lo veo muy natural. Está claro que el tema ambiental es también profundamente político en el sentido de que son decisiones que involucran y afectan intereses y eso implica poder. Me gustaría verlo desde el ámbito del bien común, que es eso lo que se olvida. Se habla mucho de poder, de intereses y se olvida lo que para mí es orientador: cuál es el bien común, cuál es el interés general. En el caso de la democracia eso vino como parte de la lucha sobre todo del régimen de Evo Morales, que abusó muchísimo.
Fui parte de varios colectivos y estuvimos peleando por la democracia y entendimos que sin democracia de calidad es muy difícil defender la vida, porque no se respetan derechos humanos, no se respetan garantías, libertades, no hay acceso a la información. La respuesta es que es muy natural conectar las dos cosas con la política, pero con la política partidaria es más difícil porque tiene sus propias lógicas. Pero también veo indispensable que la política partidaria en Bolivia tome muy en serio este tema. En la alianza a la cual pertenezco, Comunidad Ciudadana (CC), el tema ambiental no es un sector, es un eje. Eso es parte de esta lucha.
—¿Fácil o difícil?
—No es fácil. Nunca fue fácil, nunca. Los activistas siempre estuvimos a contracorriente. Por eso a mí no me impresiona mucho la adversidad, por eso no me canso ni me van a cansar, porque siempre estuvimos en la adversidad. En las cosas es más difícil porque tocamos intereses más claramente, pero también tenemos un poco más de poder y hay que agradecer a la gente que nos dio su voto para estar aquí. Podemos hacer visibles las causas a través de nosotros, antes teníamos menos capacidad de hacer eso. Por ese lado es menos difícil.
—¿Qué está pasando en el Parque Nacional Madidi?
—Una tragedia de consecuencias incalculables e irreversibles, particularmente para el país, para La Paz, pero al final es un problema global porque el Madidi es el lugar donde hay más diversidad de especies de flora y fauna del mundo entero. En ningún otro lugar hay esa biodiversidad. Hay especies de todo, de aves, de reptiles, de hongos, de peces, de mamíferos, no hay en ningún otro lugar y eso es por la diferencia altitudinal. Bolivia tiene un tesoro ahí, que es fundamental para la viabilidad del sistema de la vida en el siglo XXI. Y lo que nosotros estamos haciendo es en vez de cuidarlo, justo ahora en contexto de cambio climático, de pérdida de la Amazonía, de alteración del régimen hídrico, lo que hacemos es desproteger esa área más que nunca.
Estuvo más protegida antes y ahora está más desprotegida, al punto que el Estado se permite dar derechos mineros dentro del área protegida, y no solo dentro del área protegida, sino en lugares que según la zonificación del área protegida son de protección máxima, porque son fundamentales, porque tenían que quedarse así, incluso sin comunidades indígenas, podían entrar, pero no asentarse, porque ahí están las fuentes de agua, están lugares que son fundamentales para el resto del área protegida. Y ahí justamente es donde se dieron derechos mineros, eso es absolutamente delirante, porque además es una minería brutal, la minería cooperativista es terrible y está fuera de control. Incluso aquellas pocas que tienen licencia ambiental no cumplen, nadie controla que eso se cumpla.
—¿El Madidi está desprotegido?
—Completamente. Desde sus entrañas se entregó a una de las actividades más depredadoras que hay. Eso es de locos. Alguien dijo que están abriendo las puertas de las áreas protegidas a la devastación desde adentro. El Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) está facilitando sistemáticamente la desprotección de las áreas protegidas. Lo único que hizo el Sernap, y lo voy a reconocer, es que retrocedió respecto a los certificados de complementación de uso, que es una especie de autorización del Sernap para que operen ahí. Se retrocedió en eso, pero quedan las preconstituidas y eso perjudica mucho a las áreas protegidas.
Lo que pasa en el Madidi no solo es un problema minero, es un problema también de violación de los derechos de los pueblos indígenas al punto que podrían desaparecer porque se está destruyendo su territorio, se está destruyendo su tejido social porque muchas veces estas empresas entran a dividir a las comunidades. Están cooptando a los dirigentes, además entra la minería y entra la violencia, entra trata y tráfico de personas, a menudo se conecta con las áreas protegidas. También hay otro tipo de violencia, que es el narcotráfico. Hay miedo, hay gente armada, lo comprobamos en Chushuara, entonces ahí se está creando un lugar donde el Estado no tiene presencia, donde solo el Estado entrega derechos mineros y luego no se hace cargo del desastre que están generando, porque esas cuadrículas mineras están sobre comunidades y pueblos indígenas.
No están entendiendo los desafíos del siglo XXI, no entienden lo que realmente vale ahí no es el oro. No logran entender que lo que realmente vale es la vida, el agua, la biodiversidad. Están tan preocupados por el corto plazo, no pueden resolver el tema de empleo y por eso la gente se lanza a la minería a hacer fortuna y no logran entender que estamos destruyendo las posibilidades de hábitat de esas comunidades. Lo que está pasando en el Madidi y en otras zonas es impresentable.
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—¿Cómo ve el aceleramiento de la actividad minera en áreas protegidas?
—Es de terror, lo veo con terror. Le confieso que me siento no solo aterrorizada, sino impotente por no hacer las cosas a tiempo. Como activista que soy eso me da más fuerzas para intentar y ver qué alianzas se puedan hacer. No pierdo la esperanza de que parte de los mineros vean que así no se puede hacer, porque parte de los mineros son comuneros, no ven que se pueden quedar sin agua potable, ¿qué oro puede compensar ese problema de no tener agua limpia? Lo que pasa es que esto no tiene precio y el oro si tiene precio, como lo otro no tiene precio, solo tiene valores que podemos pensarlo de manera más cualitativa. Espero que mucha gente diga que 30 000 dólares no compensan lo que estoy perdiendo.
No hay que perder la esperanza, porque veo al mismo tiempo que el ministro de Minería dice que irá a hacer una inspección al Madidi, veo que el Sernap dice que anulará todas las CCU (Certificado de Complementación de Uso), vemos que están reconociendo que hay un problema. Son cosas que no son suficientes, pero también hay mucho interés de la sociedad y de los medios de comunicación. Tal vez algo esté empezando a cambiar y lo que nos queda es seguir empujando.
—Usted fue al Madidi (a inicios de abril) para hacer una inspección. ¿Qué pudo evidenciar?
—Nuestra inspección duró varios días. Hemos visto varias cosas, por ejemplo, tuvimos la reunión en San José de Uchupiamonas (comunidad del Madidi) y ahí hemos visto la preocupación de la comunidad por el tema del oro. Por un lado, una empresa llegó y tomó el nombre del lugar y va a negociar con ellos y les dicen que tiene el derecho minero de esa región y que tiene el 90 % de ganancias y un 10 % para la comunidad. Muchos dirigentes no aceptaron, pero quieren pedir un derecho minero a la defensiva, eso se ve en muchos lugares. La gente está optando al derecho minero a la defensiva, pero hay gente que les dice a sus dirigentes que no vayan por ese camino. Entonces, ya se ve división. Y se ven desplazados internos, en Bolivia ya hay desplazados internos por la minería, porque esas divisiones les obligan a salir.
Camino a Tumupasa (otra comunidad del Madidi) vi mucha ganadería, ya parece Santa Cruz. Están queriendo exportar la carne a China. Se bajaron el bosque tropical más biodiverso del mundo por unas vacas. Fuimos a otras comunidades y muchas expresaron su temor por la violencia. Dos días antes aparecieron fotos de personas con las manos y pies atados a unas maderas como si fueran avasalladores.
Nos imploraron para que vayamos a Chushuara (comunidad del Madidi) y fuimos al día siguiente. Ahí vimos una draga y nadie de las autoridades militares y locales nos dijo que había una draga. Luego nos dijeron que esa draga estaba de paso y no puede ser, porque tiene que haber un permiso para que una draga pase por el área protegida.
Lo que vimos después fue en Chushuara, tratamos de arrinconar nuestra barcaza y vinieron con dinamitas, nos agredieron y nos amenazaron con no dejarnos ir. Nos tiraron una piedra enorme y querían quitarnos los celulares. Una señora tenía un machete y otro señor tenía un arma. Ellos fueron los que ataron a las otras personas. Entonces, ahí cualquier bote que llegue a esta zona de ecoturismo puede sufrir esas agresiones. Están ocupando ese lugar por sus intereses, ya sea tierra o minería.
—¿Vio algún tipo de maquinaría en esa zona donde se piensa construir la hidroeléctrica Chepete-El Bala?
—Ese es un lugar maravilloso. Solo pude ver las consecuencias. Hicieron huecos en piedras gigantes para hacer, seguro, estudios geológicos. De esos huecos sale un chorro de agua, eso asusta y demuestra la locura de hacer hidroeléctricas en ese tipo de zonas inestables. Esta es un área muy compleja y no debería haber una represa.
—Ahora nos vamos al sur. ¿Qué reacción tiene por la inminente incursión petrolera al parque de Tariquía?
—Lo que pasa es que el Gobierno no puede salir del extractivismo como modelo de desarrollo de este país. Ahora ellos necesitan exportar hidrocarburos a Argentina y Brasil. Se entiende eso porque eso genera ingresos y sería un problema serio, lo entiendo, pero el punto es que se les dijo varias veces de que este no era el camino y que lo que hacen es buscar hidrocarburos en áreas protegidas. Ya cambiaron la zonificación de Tariquía para poder hacer exploración en lugares donde de otro modo sería imposible hacer exploración. Estamos en una estrategia de exploración. Y ese lugar del sur tiene problemas serios de sequías y el agua y sus ciclos valen oro. Y nosotros estamos sacrificando eso que es para todas las siguientes generaciones para resolver un problema de esta generación y de corto plazo.
Esto es un fracaso de Bolivia: tener que comer hoy destruyendo el piso para mañana. Y Marcelo Quiroga Santa Cruz (destacado político boliviano asesinado en época de dictaduras) decía ‘pan para hoy, hambre para mañana’. Eso estamos haciendo, por comer hoy estamos destruyendo nuestros cultivos de toda la vida.
* Imagen principal: En la comunidad Carmen Florida, en pleno parque Madidi, Requena escuchó las denuncias de los comuneros. Todos reclaman la presencia de minería. Foto: Cortesía.
Fuente: Mongabay Latam