Por Daniela Mejía / Mongabay Latam
- La minería y la destrucción del hábitat son dos de las amenazas a la gran diversidad de anfibios que hay en la zona.
- La Pristimantis Muranunka es una rana bromelícola que mide entre 16 y 23 milímetros. La Chiasmocleis parkeri es una de las ranas terrestres más pequeñas del país. Mide entre 14 y 17 milímetros.
La fauna sigue emergiendo de las entrañas de la Cordillera del Cóndor, que se localiza en el sudeste de Ecuador, entre las provincias de Morona Santiago y Zamora Chinchipe.
En marzo y junio pasados dos publicaciones avalaron la existencia nueva para la ciencia de dos especies de anfibios en este macizo montañoso: Pristimantis Muranunka y Chiasmocleis parkeri.
El primer artículo, titulado “Nueva especie de rana bromelícola del género Pristimantis (Amphibia: Craugastoridae), meseta de la Cordillera del Cóndor, Ecuador”, tiene como autores a Jorge Brito, Ana Almendáriz, Diego Batallas y Santiago Ron. El segundo, “Una especie nueva de rana del género Chiasmocleis (Microhylidae: gastrophryninae) de la Cordillera del Cóndor, Ecuador”, lleva el nombre de todos los anteriores investigadores y el de Jorge Vaca.
Son los casos más recientes, no los primeros, ni los últimos. Cutín de Mura nunka es el nombre común que se le ha atribuido a la Pristimantis Muranunka, una rana que pertenece al género Pristimantis, el más diverso del Ecuador. Tiene 199 especies, 111 de ellas endémicas, de acuerdo con los datos del proyecto Arca de Noé de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) de Ecuador, del que son parte la Universidad Católica del Ecuador y la Escuela Politécnica Nacional, y en el que también se enmarcan estas nuevas descripciones.
Este cutín es conocido únicamente dentro de la Reserva Biológica Cerro Plateado, área protegida que se sitúa sobre una meseta de arenisca en uno de los sitios más altos del Cóndor, entre los 2045 y 2860 metros sobre el nivel del mar, en Zamora Chinchipe.
En 2012 fueron colectados los primeros ejemplares en la parroquia Nuevo Paraíso del cantón Nangaritza que colinda con Paquisha, Centinela del Cóndor, Zamora y Palanda, y que al este limita con la región Amazonas (Perú). Al haber sido encontrada en la cercanía con la frontera, se presume la presencia de la especie en el vecino país.
Todos los individuos fueron encontrados en bromelias terrestres, de ahí que se trate de una rana bromelícola. Este animal presenta una longitud de entre 16 y 23 milímetrosy difiere de sus congéneres de Ecuador por ostentar una coloración dorsal y ventral predominantemente negra y por tener los dedos de las manos y de los pies cortos y ensanchados.
“Esto es bastante particular porque generalmente sus especies hermanas suelen tener los dedos más largos. Suponemos que (la especie) se adaptó para adherirse a las paredes de las hojas de las bromelias donde vive. Como estas bromelias siempre están con agua, creemos que una forma de sostenerse mejor es con estos dedos anchos y amplios a manera de ventosas”, describe Jorge Brito, biólogo e investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad y del de Ciencias Biológicas de la Escuela Politécnica Nacional, sobre este nuevo anuro cuya dieta se basa un 80 % en insectos. Brito publicó con otros colegas ecuatorianos las publicaciones que avalan estos descubrimientos faunísticos.
La rana Chiasmocleis parkeri, por su parte, está en la región meridional de las laderas orientales de la cordillera de los Andes y de los flancos occidentales de la Cordillera del Cóndor. Las localidades pertenecen al cantón Yantzaza, aunque algunos ejemplares corresponden a colectas realizadas en los cantones El Pangui y Nangaritza, también en Zamora Chinchipe.
Los individuos fueron colectados a nivel del suelo, ocultos entre la hojarasca o “bamba” (nombre con el que los colonos llaman a la vegetación de esta zona) de bosques primarios o poco intervenidos.
Se determinó entonces que esta es una especie de menor tamaño que la Pristimantis muranunka y es, de hecho, una de las ranas terrestres más pequeñas del Ecuador: mide entre 14 y 17 milímetros. “Una característica interesante es que el primer dedo de la mano está oculto. Visto externamente uno piensa que solo tiene tres dedos en la mano, uno está oculto y suele ser mirado como una especie de abultamiento”, señala Brito a Mongabay Latam.
Asimismo, este anuro que al parecer tiene una dieta especializada en hormigas difiere de sus congéneres por su dorso, que va de café ladrillo a café oscuro cubierto por puntos diminutos entre blancos y amarillentos.
A estos nuevos y recientes hallazgos pronto se sumarán otros estudios que preparan Brito; Ana Almendáriz, del Instituto de Ciencias Biológicas de la Escuela Politécnica Nacional; y Santiago Ron; profesor principal y curador de anfibios en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Todos estos futuros trabajos son sobre anfibios en la Cordillera del Cóndor, donde incluyendo a los dos nuevos descritos por Brito y sus colegas suman 120 especies, según una investigación de 2014 liderada por Almendáriz.
“Lo importante no es tanto el número de especies que se puede encontrar aquí, sino que la importancia radica sobre todo en el hecho de que hay nuevas especies que todavía la ciencia no conoce”, señaló el biólogo Alfredo Luna a la organización ambiental ecuatoriana Acción Ecológica en el informe El enclave minero de la Cordillera del Cóndor, publicado en 2010.
El Ministerio del Ambiente de Ecuador (MAE) lo reconoce. “En los últimos años, la cordillera del Cóndor ha despertado el interés del mundo como un sitio de especial importancia para la ciencia y la conservación, pues la mayor parte todavía se mantiene inalterada y poco explorada. Con el fin de proteger esos bosques, el gobierno ecuatoriano creó cuatro reservas a lo largo de la Cordillera, cada una encargada de proteger un rango altitudinal distinto y que en conjunto conservan lo mejor de este lugar. Existen tres reservas biológicas: El Cóndor, El Quimi y Cerro Plateado, y un Refugio de Vida Silvestre: El Zarza. Sumadas las cuatro áreas protegen más de 41 000 hectáreas de una de las zonas menos conocidas del Ecuador”, se explica en el sitio web oficial de las áreas protegidas del país que tiene el MAE.
Aunque este es un paraíso en gran medida inexplorado, existen amenazas que lo están acorralando. Una de ellas es el negocio minero, sobre todo el naciente desde la Ley de Minería aprobada en 2009 y que contradice a la Constitución del 2008 (que antepone los derechos de la naturaleza, la consulta previa a las comunidades ancestrales con respecto a su territorio), como se analiza en el estudio de la ONG Acción Ecológica El enclave minero de la Cordillera del Cóndor.
“El proyecto (extractivista) de la Cordillera del Cóndor es paradigmático para entender la dimensión de los impactos potenciales de la minería a cielo abierto, por tratarse de una zona de alta biodiversidad y parte del territorio ancestral de los pueblos Shuar; además, es un zona de gran importancia en la regulación de ciclo hidrológico de la región”, reza el documento.
Brito recuerda que en 2014 encontraron a la Phyllomedusa ecuatoriana, una rana nativa y catalogada En peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), “justo en el área de influencia directa de la minería. Esto fue en la zona de Machinaza Alto”, apunta.
Al norte de la Cordillera del Cóndor está otro de los proyectos mineros estratégicos: Mirador. Pero además, Brito afirma que “todas las quebradas de los ríos están siendo explotadas artesanalmente”.
Ron, por su parte, dice que según han indicado colegas que han hecho ingresos a la zona, “se están haciendo algunos programas de rescate de fauna y de flora que se implementan de una manera totalmente antitécnica. En algunos casos lo que se hace es hacer colectas, por ejemplo, de ranas en los lugares que van a ser destruidos por las minas y se los mueve a otros lugares que pocos meses después igualmente van ser destruidos por la misma actividad minera”.
Este científico advierte sobre otro problema que puede generar la minería. “Específicamente en el caso del oro es una actividad que contamina mucho el agua”.
El origen de una amenaza
Ana Almendáriz narra que la Cordillera del Cóndor fue un área inexplorada por el problema limítrofe con Perú, pero con los accesos que se abrieron tras la firma del acuerdo de paz en 1998 se empezó a explorar. Aunque el acceso a esta zona facilitó el ingreso de personas interesadas en investigar la biodiversidad, también fue camino para la colonización.
Ron dice que si aquí se ha destruido el hábitat es precisamente por la construcción de carreteras. “Eso es algo que ha estado ocurriendo por mucho tiempo en la provincia de Zamora, independientemente de la minería”, comenta, y añade que cuando se abren vías se facilita que la gente ingrese a destruir el bosque, a asentarse en fincas, por lo que desde su perspectiva “la mayor parte de la deforestación en la Cordillera del Cóndor es producto de la colonización”.
Y advierte: “Si se destruye la Cordillera del Cóndor vamos a perder especies que solamente están ahí y que nunca más podremos recuperar porque no sobreviven en otros lugares del Ecuador precisamente por el tipo de suelo. Por su ubicación geográfica está parcialmente aislada del resto de los Andes, eso ha contribuido a que tengan más endemismo y por lo tanto tenga una importancia enorme para la conservación del país y yo te diría que en términos de número de especies, la cantidad de especies endémicas que hay en la Cordillera del Cóndor es más alta que la que tu encuentras en Galápagos para la mayoría de grupos de animales y de plantas y sin embargo se le da muy poca importancia”.
El ingreso de colonos es un proceso que se ha dado pese a tratarse de un terreno principalmente de cuarzo, con una vegetación conformada por raíces, musgos y epífitas, plantas de poca estatura y árboles que no superan los seis metros.
La escasez de nutrientes de estos bosques montanos, sin embargo, no ha sido una armadura suficiente para evitar su deterioro. Aunque el avance de la frontera agrícola en la Cordillera del Cóndor se ha dado a un ritmo lento ya que cultivar no es rentable, según los investigadores que conocen el campo, ha habido y hay deforestación. “Los bosques no son tampoco demasiado altos, pero yo he escuchado de los pobladores que parte de su subsistencia es escoger los árboles de mayor diámetro para venderlos”, relata Almendáriz.
Sobre todo en las partes bajas de la cordillera, donde la vegetación es más alta y hay menos cuarzo, también se pueden ver cultivos de plátano, caña, pasto para el ganado. “En las zonas donde la gente encuentra algo de humus ellos siembran pasto para crianza de animales”, apunta la investigadora. Esto principalmente se da en las riberas de los ríos porque ahí se acumulan nutrientes y las personas pueden aprovechar para cultivar.
La minería tiene aquí también protagonismo. Para extraer minerales hay que desbrozar lo que haya de bosque o vegetación, sea al borde de las quebradas o en espacios más extensos de la montaña. “Necesitan espacios para instalar sus equipamientos, ensanchar las vías, hay que construir campamentos, hay que construir todos los campos para facilidades de las empresas, y lo van desbrozando (al bosque), y una de las preocupaciones ahí en la vegetación es que demora muchísimo en regenerarse. Al ser un suelo tan pobre, la regeneración ahí es bastante lenta”, expone Brito.
Mongabay Latam solicitó, vía correo electrónico como es requerido, información al MAE para conocer sobre la biodiversidad, amenazas, medidas y acciones de conservación en la Cordillera del Cóndor. Hasta el cierre de este reportaje no hubo respuesta.
¿Cómo afectan estas amenazas a los anfibios?
“Toda actividad que implica alteración de hábitats altera las poblaciones de anfibios. ¿Qué sucede con ciertos de ellos, como el primero que describí, el Excidobates condor? Este vive en bromelias grandes que están en los árboles. Si se abren caminos, se destruyen las bromelias, se afecta los sitios donde estos animales desovan. Afectamos la historia de vida, la ecología de los animales. En los Pristimantis, el mantener estos bosques, estos remanentes, hace de que se mantengan los sitios donde hay temperatura y humedad constantes donde ellos igualmente pueden depositar sus huevos”, analiza Almendáriz en diálogo con Mongabay Latam.
Ron precisa que los anfibios son eslabones importantes dentro de la cadena de flujo de energía y alimentos en los ecosistemas en los que viven. “Por un lado, son predadores de insectos y de animales muy pequeños; y por otro lado, son presas de aves, de serpientes y de otros animales que son más grandes y que gracias a que están los anfibios ahí entonces tienen qué comer y a su vez pueden capturar energía de los niveles más bajos dentro de la cadena trófica de los ecosistemas. Entonces es bien importante que los anfibios estén ahí, si no estuvieran esos enlaces se rompen y obviamente eso va a ocasionar que el ecosistema no funcione apropiadamente”, concluye.
Foto de portada: Rana Pristimantis muranunka, cortesía de Jorge Brito
Fuente: Mongabay Latam