Un seguimiento fotográfico de 21 días, nos permitió ingresar en la intimidad del colibrí dorado (Hylocharis chrysura), un importante polinizador del bosque.
Por Eduardo Franco Berton (RAI)
Cuenta una leyenda de los guaraníes que los hombres al morir dejan su cuerpo en la tierra; pero su alma se oculta en una flor. Por eso los colibríes, a los que llaman Mainumbí, se la pasan volando de flor en flor, buscando colectar almas para llevárselas hasta el paraíso.
Este es uno de los tantos mitos que ha acompañado por generaciones la existencia de estas bellas y diminutas aves. Y no es para menos, dado la noble e importantísima labor que realizan en la polinización de entre 500 a tres mil flores de una diversidad de plantas diariamente. Esto ayuda a la reproducción y regeneración natural del bosque, manteniendo la salud ecológica y ayudando a garantizar su flujo y diversidad genética.
Según la Guía de Aves de Bolivia, publicada por la Asociación Civil Armonía, Bolivia tiene registradas a 72 especies de colibríes o picaflores, de un aproximado de 343 especies que existen en el mundo. La mayoría cuenta con colores bastante peculiares y atractivos, pero esta belleza natural no es lo que más me llama la atención, sino su sorprendente vuelo. Estos son los únicos pájaros que pueden volar en reversa una vez han terminado de alimentarse, también, pueden mantenerse suspendidos en el aire mientras colectan el néctar de las flores. Otro aspecto interesante es que no pueden caminar, ya que usan sus patas para posarse sobre las ramas únicamente.
Así también, algunas especies realizan un curioso y veloz vuelo en zigzag alrededor de las hembras como parte del cortejo al momento de aparearse, como un tipo de ´´baile de conquista romántico´´. Su manera de volar hace que consuman una gran cantidad de calorías, dado que deben batir sus pequeñas alas hasta 70 veces por segundo para mantenerse suspendidos en el aire.
Este veloz aleteo produce un zumbido muy característico, algo similar al ruido de un abejorro y les permite alcanzar velocidades de entre los 40 y 80 kilómetros por hora. Esto ocasiona que sus corazones palpiten entre 500 y 600 veces por minuto, llegando a alcanzar inclusive los 1.260 latidos cuando entran en contienda con otros colibríes, principalmente cuando deben defender el territorio donde se alimentan. Todo esto hace que su metabolismo sea bastante acelerado, y a ello se debe la importancia y necesidad del consumo del néctar de las flores en su alimentación, puesto que les provee la energía necesaria para resistir su increíble vuelo. Complementan su dieta con algunos insectos, como fuente principal de proteínas.
El nacimiento de dos colibríes dorados
De la tan agitada y veloz vida que llevan estos pajarillos, pude por primera vez observar y retratar a un ejemplar de Colibrí Dorado (Hylocharis chrysura) en la serenidad e intimidad de su nido, mientras empollaba cuidadosamente dos huevos bajo el calor de las relucientes plumas doradas de su vientre. Esta especie se puede encontrar en los bosques de cerrado, praderas arboladas y sabanas inundadas estacionalmente. También, está presente en matorrales secos/húmedos, tierras secas a semi-húmedas, y los parques y jardines de ciudades en Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y el norte de Argentina.
Luego de 21 días, un par de diminutos y delicados polluelos emergieron del cascarón. Quienes abandonaron el nido al cabo de tres semanas, para pasar el resto de sus días, de tres a cuatro años aproximadamente, como ”Cupidos del bosque”; ayudando al mantenimiento del ciclo natural.
*Fotografías tomadas en colaboración con Carlos Max Durán Guachalla
Mira aquí una secuencia de imágenes de un colibrí dorado y sus polluelos:
[gm album=12]Mira aquí el video y escucha el canto de un colibrí dorado (Hylocharis chrysura):
Video grabado por Cátedra Libre de fauna silvestre-FCV-UNR
Foto de portada: Colibrí dorado (Hylocharis chrysura) / Eduardo Franco Berton
Eduardo Franco Berton es abogado ambiental, periodista de investigación y documentalista. Desde hace 9 años que realiza expediciones a los lugares más remotos de Bolivia, atravesando pantanos, ríos, montañas y densas selvas para documentar la vida silvestre y vivencias de las comunidades. Es fundador de la Red Ambiental de Información (RAI) y dirige la organización Blue Foresta, una institución que promueve el cuidado y la conservación de los ecosistemas de Bolivia.