- La extracción masiva de huevos de Podocnemis unifilis, para el consumo humano, ha contribuido a que esta especie de tortuga de río sea catalogada como Vulnerable, afirman científicos.
- A mediados de 2017, autoridades decomisaron más de 50 000 huevos de petas de río en el departamento del Beni, mientras tanto el Proyecto Quelonio intenta recuperar las poblaciones y ha podido liberar 70 000 tortugas.
El barullo de cientos de niños emocionados se impone sobre el sonido apacible de la naturaleza. Los pequeños que están más próximos a la orilla del río sostienen entre sus manos, algunos por primera vez, a diminutas tortuguitas de agua, especie conocida localmente como la peta de río. Es la mañana del 9 de diciembre de 2017 y los niños, junto a sus padres, otros adultos, autoridades y guardaparques, participan en una de las actividades del Proyecto Quelonio: la liberación de 2500 ejemplares de petas de río (Podocnemis unifilis) a las aguas del río Maniqui, en el municipio de San Borja, Departamento del Beni.
Las tortuguitas, que nunca antes habían sentido el agua, instintivamente saben lo que deben hacer. Y moviendo sus patas comienzan a nadar, para emprender viajes por rumbos desconocidos en las aguas de los caudalosos ríos de la Amazonía boliviana, su hogar. A pesar que el futuro que les espera es incierto, los quelonios de este mañana tienen mucha suerte, ya que muchos de sus compañeros ni siquiera lograron salir del cascarón. Perecieron aun siendo embriones, en manos de traficantes, quienes a pesar de los estrictos controles de las autoridades, se las ingenian siempre para extraer y comercializar ilegalmente miles de huevos de peta de río. Esta es la actividad principal que amenaza la conservación de esta tortuga.
La Podocnemis unifilis es la segunda especie más grande de su género, después de la Tataruga (Podocnemis expansa). Según algunos investigadores, en Bolivia llegan a medir entre 33,5 (machos) y 50 centímetros (hembras), y pueden pesar entre 9 y 12 kilogramos. Reciben ese nombre por las manchas amarillas que tienen en la cabeza, las que tienen un mayor brillo en los individuos juveniles, se mantienen en los machos y con el paso del tiempo se desvanecen en las hembras. Son conocidas también como tortugas de cuello lateral, ya que no pueden meter completamente sus cabezas dentro del caparazón. En vez de ello, doblan el cuello hacia los costados para introducirla, dejando una parte expuesta.
Esta especie se distribuye en las cuencas hidrográficas del Amazonas y del Orinoco, que incluye a países como Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyana, Guayana Francesa, Surinam y Brasil. En Bolivia la peta de río ha sido reportada en los departamentos de Pando, Beni, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz.
Según Federico Moreno, director del Centro de Investigación de Recursos Acuáticos (CIRA) de la Universidad Autónoma del Beni (UAB), la P. unifilis es sensible a los cambios ambientales, por lo tanto funciona como un indicador biológico para determinar las variaciones en el ecosistema. Moreno afirma que la peta de río contribuye con una proporción significativa de biomasa a los ecosistemas acuáticos y también tiene un aporte valioso al ciclo de nutrientes. ‘’Al ser una especie principalmente frugívora ingresa a los bosques inundados y se transforma en un importante dispersor de semillas en la Amazonía boliviana’’, explicó.
Durante la época seca, que va de agosto a septiembre, depositan entre 6 y 52 huevos en las playas de los ríos, a unos 20 centímetros de profundidad, los que luego incuban entre 60 y 80 días, aunque en algunos casos pueden llegar a los 90, dependiendo de las precipitaciones. El desove suele realizarse de noche y los huevos tienen un diámetro aproximado de 4 x 25 centímetros.
Estos huevos se extraen y comercializan para el consumo humano, una actividad ilegal según las leyes bolivianas, y una de las principales amenazas para la conservación de este quelonio. Por esta razón figura hoy en la categoría de Vulnerable tanto en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), como en el libro rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia.
Pese a las prohibiciones de la legislación y los controles de las autoridades, es muy frecuente encontrar huevos de peta en los diferentes mercados y restaurantes del departamento del Beni.
Los guardianes de las petas de río
Hace más de 25 años que el Proyecto Quelonio se dedica a rescatar a estas pequeñas tortugas en Bolivia. Empezaron a trabajar en 1992 y se trazaron entonces dos objetivos: incrementar la supervivencia de los huevos y de los neonatos de este quelonio.
Esta iniciativa científica se desarrolla en la Reserva de la Biósfera y Estación Biológica del Beni (EBB), un área protegida nacional de 135 000 hectáreas que abarca parte de los municipios de San Borja y Santa Ana de Yacuma, en el departamento del Beni. Se trata de una de las tres reservas de la biósfera que tiene Bolivia.
Los guardaparques de la reserva son los héroes de esta historia. Son ellos los que se encargan de recoger con mucho cuidado y precisión los huevos que las petas depositan en las playas del río Maniqui, para luego trasladarlos a una playa artificial que es custodiada por ellos mismos y algunos indígenas Tsimanes de las nueve comunidades aledañas al área protegida, que apoyan el proyecto como voluntarios.
“Durante las navegaciones por el río Maniqui, mientras realizábamos los patrullajes, notamos una escasez de las petas de río y eso fue lo que motivó al cuerpo de protección de la reserva a que iniciemos con el repoblamiento de tortugas’’, le explicó a Mongabay Latam Jhonny Mano, uno de los guardaparques que desde hace 22 años participa en el Proyecto Quelonio.
La playa artificial en la que se realiza la incubación tiene una altura mayor que las playas naturales, para evitar que las riadas dañen los huevos (otra de las causas de pérdida de nidos). Luego de la eclosión, que suele ser entre noviembre y diciembre, los custodios de la nueva generación de petas de río esperan entre 15 a 45 días, hasta que las tortuguitas recién nacidas tienen el caparazón más duro y el ombligo cicatrizado, solo entonces pueden empezar a planificar la próxima tarea: la liberación.
Carola Vaca es la directora de la Reserva EBB, una conservacionista apasionada que le pone todo el esfuerzo necesario al Proyecto Quelonio. Hasta la fecha, esta iniciativa de conservación ha contribuido con la liberación de 70 000 petas de río a las aguas del río Maniqui.
‘’Para llevar adelante las acciones de este proyecto, los guardaparques deben realizar un esfuerzo extra. Ya que combinan sus actividades rutinarias de patrullaje en el área, con las actividades que requiere la iniciativa. Como hacer la recolección de huevos para trasladarlos a las playas artificiales, además de la protección y cuidado de los nidos, para evitar las sustracciones por parte de los comunarios’’, explicó Vaca a Mongabay Latam.
El tráfico de huevos
Pero así como Carola Vaca y su equipo recolectan huevos para incubarlos y luego repoblar los ríos con petas, otras personas los sustraen para comercializarlos ilegalmente.
Entre agosto y septiembre de 2017, en menos de un mes, se decomisaron 50 000 huevos de tortuga en diferentes operativos de control realizados en el departamento del Beni, señaló Ingrid Loreto Zabala, Secretaria Departamental de Medio Ambiente y Recursos Naturales, de la Gobernación del Beni.
En otro operativo realizado en septiembre de 2017, en la capital del mismo departamento, la Policía Fluvial de la Armada Boliviana decomisó más de 5377 huevos de tortuga de río. Esta incautación estuvo valorada en más de 5300 dólares americanos en los mercados ilícitos locales, según las autoridades, un precio que llega a incrementarse hasta en un 80 % en los mercados ilícitos de otros países.
“Cuando alguien mata una peta o sustrae los huevos de la playa, está atentando contra el patrimonio de todos los bolivianos”, expresó a los medios Ingrid Loreto Zabala.
En Bolivia, los artículos 110 y 111 de la Ley N° 1333 del Medio Ambiente establecen una pena que va hasta los tres años de privación de libertad para las personas que capturen y comercialicen especies de vida silvestre. Por su parte, el artículo 223 del Código Penal determina hasta seis años de privación de libertad para las personas que deterioren o destruyan bienes del Estado y la riqueza nacional. También existen dos decretos de veda general e indefinida, aprobados en los años noventa, que regulan las actividades de captura, acopio y acondicionamiento de animales silvestres.
“No fomenten el ilícito, el contrabando tiene penalidad”, remarcó Teresa Pérez, Viceministra de Medio Ambiente.
Según datos de Federico Moreno, también se ha reportado que ciudadanos brasileros ingresan clandestinamente a través de la frontera para robarse los huevos y algunos ejemplares de la P. unifiliss. Un incidente de este tipo se registró el año 2000, en el municipio de Puerto Siles a orillas del río Mamoré, en aquella oportunidad el corregidor de la comunidad, Armando Sosa, indicó que las autoridades locales intervinieron embarcaciones brasileras y encontraron 1500 adultos de esta especie y más de un millón de huevos.
Moreno también afirmó a Mongabay Latam que otro lugar de donde se extraen huevos de peta de río es la comunidad de Camiaco, ubicada en el municipio de Loreto en el Beni. ‘’Autoridades indican que anualmente salen más de 3 millones de huevos y un centenar de tortugas. Es una de las peores amenazas para esta especie’’, manifestó el director del CIRA.
La comunidad de Camiaco inclusive organiza la denominada ‘’Feria de la Peta’’, como parte del aniversario de la localidad, en donde se ofrecen una variedad de platos que usan como insumo principal las tortugas.
¿Quiénes sustraen los huevos?
Carola Vaca explica que para el Proyecto Quelonio las temporadas de colecta de huevos son bastante difíciles. Cuenta que suelen presentarse inconvenientes con algunos comunarios indígenas de la etnia Tsimane que no están involucrados con el proyecto. ‘’En lo oscuro de la noche, nosotros bajamos a una hora a ver si las petas han puesto huevos, al regresar al cabo de otra hora, ya se han robado los huevos de tres o cuatro nidos. ¡Es algo impresionante! Así como nosotros hacemos el trabajo de colecta para llevar los huevos a la playa artificial, hay gente detrás de los nidos’’, expresó.
Según Jhonny Mano, los indígenas Tsimanes extraen huevos para su consumo local, un aprovechamiento de vida silvestre que es permitido a los pueblos indígenas de Bolivia, de acuerdo a sus usos y costumbres. Sin embargo, el guardaparques recalcó que una gran parte termina en el mercado local del municipio de San Borja. ‘’Al mercado llegan también huevos de tortuga desde Trinidad, pero los más consumidos son los del lugar, del río Maniqui’’, indicó Mano y añadió que pescadores locales y transportistas que circulan por el río Maniqui también matan a las tortugas para sustraerles los huevos.
Vaca indicó que cuando se sustraen los huevos de unos seis nidos, con un promedio de entre 180 a 210 huevos, obtienen unos 200 bolivianos (alrededor de 30 dólares) en los mercados locales. Y según la directora, el hecho de que existan intereses socioeconómicos hace del Proyecto Quelonio todo un reto. ‘’Estamos buscando un equilibrio para que la gente tenga una forma armoniosa de vivir con la especie, que coma huevos, siguiendo su costumbre, pero que también conserven para garantizar la viabilidad de la peta’’, expresó la conservacionista.
El estudio ‘’Parámetros reproductivos de (Podocnemis unifilis) en el río Beni’’, elaborado por los investigadores Pamela Carvajal, Guido Miranda y Robert Wallace, describe una situación parecida en el Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) Tacana, ubicado en la región amazónica del Norte del Departamento de La Paz. Durante la época del desove, cuentan los investigadores, varias comunidades de indígenas Tacanas se dedican a cazar a las tortugas adultas, principalmente a las hembras, y recolectan los huevos, que venden ocasionalmente para generar ingresos económicos.
En el caso de la TIOC Tacana, los huevos no solo son recolectados por la gente local, sino que también por personas externas al área, provenientes de los municipios de Rurrenabaque, Riberalta y Guayaramerín, del Departamento del Beni, e inclusive también por gente de ciudades brasileras, afirma el estudio.
La caza de tortugas
En el estudio ‘’Efectos de los asentamientos humanos en la abundancia de tortugas Podocnemis unifilis y P. expansa en el Noreste de Bolivia’’, publicado en la revista científica Quelonian Conservation and Biology, la investigadora Kristen Conway-Gómez, examinó los efectos de la presión de la caza sobre la abundancia de estas tortugas.
El estudio de Conway-Gómez concluye que la presión de la caza tiene un efecto negativo en la abundancia de las tortugas P. unifilis y que el problema se vuelve más severo mientras existe una mayor proximidad a comunidades humanas. ‘’Si la caza es la razón principal para la relación distancia-abundancia, entonces mis datos sugieren que las prácticas de caza de tortugas están contribuyendo a disminuir su abundancia’’, afirmó la investigadora.
En el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, otra área protegida nacional, ubicada en el Departamento de Santa Cruz, décadas de aprovechamiento de la peta de río por la población local han ocasionado una reducción de su población, afirma también el estudio de Conway-Gómez. A ello se suma la demanda de parte de ciudadanos brasileños de la frontera, lo que incrementa las presiones de caza de tortugas. Un hecho que sumado a la extracción de huevos, está entre las amenazas más importantes que enfrenta el Parque Noel Kempff.
Repoblando la peta de río y educando a la población
“Teníamos 29 nidos, con unas 2500 tortugas. Antes de largarlas debimos esperar a que tumben sus ombligos y endurezcan su caparazón, ya que si se las lanza el agua con el caparazón blando algunos peces se la pueden llegar a comer’’, indicó Carola Vaca unos minutos antes de que empezara la liberación de tortugas en el río Maniqui.
Según la experta, el Proyecto Quelonio además de repoblar los ríos con la P. unifilis, busca alertar y educar a los pobladores locales para que entiendan que si no se realizan acciones en torno a la conservación y el manejo sostenible de esta especie, esta podría desaparecer.
Otro proyecto de repoblamiento similar es el que lleva adelante el Gobierno Autónomo Departamental del Beni, el que a diferencia del proyecto Quelonio incluye además a la Peta Gigante o Tataruga (Podocnemis expansa), que se encuentra catalogada En Peligro según el libro rojo de Bolivia. La población de la Tataruga se ha visto reducida también por la extracción de individuos para el consumo y la recolección de huevos, al igual que la P. unifilis. A diferencia de la peta de río, la Tataruga llega a poner entre 26 y 184 huevos, y su periodo de incubación va de 42 a 68 días.
De esa manera, a fines de diciembre de 2017, la gobernación del Beni liberó 210 000 Tatarugas y Petas de río en la cuenca del río Ibare, en la comunidad Loma Suárez, a 12 kilómetros de la ciudad de Trinidad, Beni. Según el estudio ‘’Bases para el manejo de la tortuga de río Podocnemis unifilis en la Reserva de la Biosfera Estación Biológica Beni, Bolivia’’, aún no publicado y liderado por investigadores del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz) en coordinación con la Dirección de la Reserva EBB, “el Proyecto Quelonio es un aporte importante al crecimiento poblacional de las petas de río en la EBB y podría mejorarse su efecto si se incrementara el esfuerzo de recolección de huevos’’.
Así mismo, la investigación indica que el crecimiento poblacional de la P. unifilis es de un 5,4 % por el trabajo del proyecto Quelonio, un efecto positivo que podría mejorar si se aumenta el porcentaje de huevos recolectados e incubados en playas protegidas, afirma la investigación.
“Cuando yo empecé a trabajar en el proyecto, en 1995, colectábamos de tres a cinco mil huevos. Esto lo hacíamos durante el mes de agosto. Después de 10 años, llegamos a colectar de 10 a 13 000 huevos, y eso nos llena de satisfacción, porque se debe al repoblamiento que venimos haciendo’’, contó orgulloso Jhonny Mano a Mongabay Latam.
Fuente: Mongabay Latam