Por Rodrigo de Oliveira de Andrade / SciDev.Net
[SÃO PAULO] Seis especies invasoras de sapos y ranas identificadas en diferentes ecosistemas de Brasil preocupan a investigadores locales, que destacan los desequilibrios ambientales que ya se registran debido a la presencia de estos animales.
Según un estudio publicado en PLoS One, los expertos alertan que algunas de estas especies son reservorio de hongos dañinos, otros se convirtieron en predadores de fauna nativa, e incluso hay algunos que interfieren en la reproducción de otros anfibios. Todo eso tiene consecuencias sobre el ambiente, pero también sobre la economía de las zonas afectadas.
Entre las especies consideradas invasoras, algunas son nativas pero de otras regiones del territorio, mientras otras provienen del extranjero. Este último es el caso de la rana toro (Lithobates catesbeianus), que llegó América del Norte a Brasil para la cría comercial.
Rana toro (Lithobates catesbeianus). Crédito: Luis Felipe Toledo
Con unos 20 centímetros de largo y hasta 1 kilo de peso, esa rana es capaz de adaptarse a casi todo tipo de ambiente y se ha convertido en un problema en diversas regiones del bosque atlántico en el sur y sudeste del país.
Esta especie también es conocida por su voracidad — incluso se alimenta de otras ranas y pequeños lagartos — y por ser reservorio del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, causante de una enfermedad infecciosa llamada quitridiomicosis.
Eleutherodactylus johnstonei, sapo llamado comúnmente Coquí antillano. Crédito: Luis Felipe Toledo
“El hongo ataca a la piel de los anfibios e interfiere en su intercambio gaseoso con el ambiente, por lo que es considerada una amenaza para la población de estos vertebrados”, dice a SciDev.Net el biólogo Lucas Forti, del Instituto de Biología de la Universidad Estadual de Campinas (IB-Unicamp) y autor principal del estudio.
Otra especie invasora fue detectada por los investigadores en el barrio del Brooklin, al sur de la ciudad de São Paulo. Se trata del sapo Eleutherodactylus johnstonei, que llegó desde las Antillas junto con el comercio de plantas.
Este animal, que mide unos tres centímetros, tiene dos características distintivas: no necesita agua acumulada para reproducirse —por lo que tiene un gran potencial para transformarse en invasor— y emite un ruido ensordecedor similar al de una sirena.
Este ruido molesto no solo afecta a las poblaciones que viven en las zonas vecinas, sino que llevó a la desvalorización de las viviendas en la región.
Sapo Cururú (Rhinella marina). Crédito: Luis Felipe Toledo
Otra especie invasora fue registrada en Fernando de Noronha, un archipiélago en el océano Atlántico, a 360 kilómetros de la costa de Natal, que es reconocido por el control que el gobierno ejerce sobre el turismo, evitando que sea masivo.
Allí, sin embargo, se encontró el sapo Cururú (Rhinella marina), una especie natural del nordeste del país que se cree que fue introducida en la región en el siglo XIX como método de control biológico de insectos locales.
Según el zoólogo Luís Felipe Toledo, también del IB-Unicamp y uno de los autores del estudio, en el poco explotado archipiélago, el Cururú podría alimentarse de especies de insectos amenazadas de extinción o que no han sido identificadas por la ciencia hasta el momento.
Ranita X (Scinax x-signatus). Crédito: Luis Felipe Toledo
“La cantidad de anfibios invasores está aumentando en Brasil, lo que pone de relieve la necesidad de monitorear y controlar estas poblaciones y mitigar sus impactos en la vida silvestre”, dice Toledo a SciDev.Net.
Noronha también sufre con la amenaza de la ranita X (Scinax x-signatus), natural de Venezuela y Colombia, mientras que en el bosque amazónico el flagelo es la Leptodactylus labyrinthicus.
En tanto, en el municipio del Guarujá, en el litoral de Sao Paulo, el problema es la Phyllodytes luteolus, una especie que suele vivir entre hojas de bromelias y se cree que fue introducida en la región con el comercio de plantas ornamentales.
Según Forti, la invasión de esa especie puede comprometer el proceso de selección sexual de las especies nativas de anfibios, como las del genero Ischnocnema.
Rana pimienta o rana gigante (Leptodactylus labyrinthicus). Crédito: Luis Felipe Toledo
Estos anfibios son animales nocturnos que se valen de la comunicación acústica para sus interacciones reproductivas.
“El sonido de la vocalización del P. luteolus es emitido en la misma frecuencia de los machos de Ischnocnema, y esto puede perjudicar el sistema de comunicación con las hembras, que emplean esos ruidos para elegir el mejor compañero para reproducción”, señala.
“Las especies invasoras pueden impactar negativamente las poblaciones nativas de las áreas donde se establecen, compitiendo por alimento o diseminando enfermedades”, dice a SciDev.Net la bióloga Cynthia Prado, del Departamento de Morfología y Fisiología Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias de la Universidad Estadual Paulista (FCAV-Unesp), que no participó en el estudio.
Rana Phyllodytes luteolus. Crédito: Luis Felipe Toledo
“Es preciso invertir en el control de esos animales”, añade la bióloga, que detalló que las posibles medidas de control pueden incluir desde capturas manuales o con trampas, hasta aspersión de veneno, entre otras.
Aunque los científicos advierten que el problema debe ser atacado en el corto plazo, el estudio destaca una buena noticia: en base a proyecciones climáticas para 2100 elaboradas por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), cuatro de estas especies podrían ver disminuida su área de distribución debido al cambio climático, en particular a causa de la disminución de las temperaturas y las lluvias.
El estudio publicado en PLoS One es resultado de proyectos financiados por la FAPESP, uno de los donantes de SciDev.Net.
Fuente: SciDev.Net