Hace quince años tenía 22 guardaparques, ahora su cuerpo de protección se ha reducido a tan solo 10, sin duda un número insuficiente para enfrentar las amenazas que sufre en sus 637.600 hectáreas, como el narcotráfico y las mafias de los ”piratas de la madera”
Por RAI, con datos de Erika Bayá*
“Somos agua, gente, biodiversidad, somos vida” es el eslogan de Amboró, un área cuya ubicación geográfica le otorga una belleza escénica extraordinaria y una enorme riqueza natural, pero al igual que las demás áreas protegidas de Bolivia, sufre abandono.
El pasado 21 de enero, un memorándum enviado por Teodoro Mamami, director del SERNAP, puso fin a las funciones del Jefe de Protección del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Amboró, Willy Montaño. Y con ello, ya suman 10 despidos de jefes de guardaparques y 18 directores de las 22 áreas protegidas del país.
“De niño me preguntaban qué quería ser y yo decía: guardaparque como mi padre”, fueron las palabras de Willy Montaño a una entrevista del periódico La Región. El exjefe del cuerpo de protección del Amboró, es hijo de uno de los reconocidos guardianes que tuvo esta área protegida, Hermógenes Montaño. Además, contaba con experiencia como guardaparque del área protegida municipal Laguna Esmeralda, en el municipio de Quirusillas, y en el parque regional Lomas de Arena, en el departamento de Santa Cruz.
Amboró, abandonado a su suerte
Hace quince años tenía 22 guardaparques, ahora su cuerpo de protección se ha reducido a tan solo 10, sin duda un número insuficiente para enfrentar las amenazas que sufre en sus 637.600 hectáreas. Pero además de sus pocos recursos humanos, tampoco tienen herramientas de trabajo en buenas condiciones. Cuando las dos camionetas están bien, no tienen gasolina y cuando finalmente les llega el combustible, necesitan mantenimiento. El Parque Nacional tiene dos camionetas 4×4 y siete motos, de las cuales solo funcionan cuatro, por lo que muchos de los guardaparques se ven forzados a movilizarse a pie.
Al igual que en otras áreas protegidas, el abandono por falta de personal y la falta de mantenimiento, ha ocasionado que se carcoma la madera y se caigan a pedazos cinco de sus campamentos. Como el de La Yunga de Mairana, en la zona sur del parque, y los campamentos de Ichilo, Moile, la Chonta y Saguayo, en la zona norte. En el caso de los campamentos de Mataracú y Macuñucú, estos se encuentran sin personal que los ocupe.
Los guardianes del Amboró que han conocido los buenos tiempos del área, no anhelan a ser muchos más, solamente volver a la cantidad de antes. Y que cada campamento tenga por lo menos dos guardaparques. De los diez, solo la mitad está contratada con ítem, el resto es personal eventual. Y aunque a partir de los cinco años de servicio tienen derecho a un incremento salarial, hay muchos que ni siquiera trabajando más de 20 años ganan más de 5.000 bolivianos.
El régimen de trabajo en Amboró es 21/7 y en algunos casos por salud o temas familiares 11/3. En esta área protegida el mayor de los guardaparques tiene 77 años y el más joven 31. Don Sabino Medellín, el mayor de ellos estaba jubilado, pero volvió como personal eventual por la gran experiencia y conocimiento que tiene de su zona, Comarapa.
Al igual que los guardaparques de las otras áreas, en el Amboró no saben qué pasará con los contratos este 2021, tomando en cuenta la situación política y la inestabilidad que ha causado la pandemia.
Otra necesidad importante son las dotaciones de carpas, bolsas de dormir, linternas, camisas, poleras, mochilas, pantalones, botines caño largo, caño corto y sandalias. Estos materiales son indispensables para cumplir con su labor de protección, y antes les eran provistos dos veces al año, luego una vez, después les daban la mitad del equipo y ahora, nada. “En seis meses, con el trabajo de campo que realizamos, la ropa sufre mucho desgaste”, explicó uno de ellos, que nos pidió mantener su identidad en reserva.
Actualmente el Parque funciona con dos millones de bolivianos anuales para todos sus gastos, sueldos y logística. Pero el cuerpo de protección considera que, para estar mejor, este monto debería duplicarse. Con ello podrían llevar a cabo la refacción, mantenimiento y construcción de campamentos, compra de medios de transporte y contratación de más guardaparques.
El trabajo de proteger el Amboró es bastante exigente. En la zona norte los guardaparques no tienen acceso al campamento Ichilo, cuya zona ha sido tomada por el narcotráfico y donde tampoco tienen pisada ni policías, ni militares. Y en donde ni siquiera es posible montar operativos sorpresa. “Nos han amenazado con quemarnos el vehículo, tenemos mucho cuidado para tomar acciones allá”, nos explicaron.
Otra de las amenazas en el Amboró son las mafias de los piratas de la madera, que están acabando con las maderas preciosas. “Ellos solo buscan Mara, Tajibo, Morado, Palo Amarillo, Ajunau, especies que se encuentran cada vez más adentro. Esta situación nos exige buscar nuevas rutas de patrullaje”, nos indicó otros de ellos que pidió el anonimato.
Pero a pesar de las dificultades que suceden entre medio de sus increíbles paisajes, los diez guardaparques del Amboró no pierden el entusiasmo y las esperanzas de que las cosas volverán a ser como hace quince años, cuando 22 de ellos estaban a cargo del resguardo del área protegida.
La Red Ambiental de Información intentó concertar una entrevista con el nuevo director del Sernap, Teodoro Mamani, para conocer el rumbo que tomará esta institución, pero hasta el cierre de este reportaje no se obtuvo ninguna respuesta.
Desde que asumió su cargo, la autoridad a la cabeza de las áreas protegidas nacionales del país, realizó una serie de despidos a directores, pero en las últimas semanas cuando empezó a despedir jefes de protección y guardaparques se generó una serie de reclamos de organizaciones, colegios de profesionales y agrupaciones ambientalistas de la sociedad civil.
La presión y críticas de la opinión pública a los despidos de personal especializado, concluyó en una reunión entre la directiva del Sernap y la Asociación Boliviana de Agentes de Conservación (Abolac) el pasado 21 de enero, con la firma de un acuerdo que los mismos guardaparques cuestionaron por ser muy general. Por lo que aún persisten el descontento, desconfianza y la incertidumbre entre varios de los guardianes de nuestras áreas protegidas.
*Esta nota es una continuidad y forma parte del reportaje Parques de papel: inseguridad laboral, presupuestos y equipos insuficientes, así operan las áreas protegidas de Bolivia
Foto de portada: Riachuelo Macuñucú, en el Parque Nacional Amboró. Créditos: Eduardo Franco Berton