Por Maurício Angelo / Mongabay, traducido por Nina Jacomini
- Cinco bancos y fondos de inversión internacionales han invertido alrededor de US$ 6 mil millones en proyectos de extracción de petróleo en la Amazonía occidental solo en los últimos tres años.
- Son 30 millones de hectáreas entre Ecuador, Perú y Colombia, hogar de 500 mil indígenas. La región, conocida como Cuencas Sagradas de la Amazonía, es reconocida por tener la mayor biodiversidad del planeta.
Un estudio publicado recientemente por la ONG Amazon Watch revela que cinco de las principales instituciones financieras del mundo han invertido casi US$ 6 mil millones en proyectos de extracción de petróleo en la Amazonía occidental en los últimos tres años, de 2017 a 2019.
A la vanguardia de la iniciativa se encuentran algunos de los bancos y fondos de inversión más poderosos del planeta. Citigroup, JPMorgan Chase, Goldman Sachs, HSBC y BlackRock han financiado empresas involucradas en la explotación de combustibles fósiles, como GeoPark, Amerisur, Frontera y Andes Petroleum.
Los proyectos se extienden por más de 30 millones de hectáreas en la Amazonía occidental, que comprenden el 25 % de los bosques distribuidos entre Colombia, Ecuador y Perú. El área se conoce como las Cuencas Sagradas de la Amazonía: es ahí donde nace el río Amazonas, el volumen de agua más grande del planeta. En la región, considerada la más biodiversa de la Amazonía y del mundo, viven alrededor de 500 mil indígenas, muchos proyectos petroleros se encuentran al interior de los territorios de diferentes pueblos.
Las reservas estimadas son de 5 mil millones de barriles. Impedir que estos proyectos avancen significaría evitar la emisión de 6 mil millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, algo fundamental para lograr el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5°C. Para lograr este objetivo, de acuerdo con la última encuesta de la ONU, el ritmo de las emisiones de gases de efecto invernadero debe ser cinco veces menor que los niveles actuales.
Esta es la receta para la destrucción a gran escala que contribuye decisivamente a la crisis climática global. Para Moira Birss, directora de Clima y Finanzas de Amazon Watch, solo la presión de la sociedad civil puede evitar que estas corporaciones sigan explotando los recursos naturales sin garantizar la conservación ambiental y los derechos de los pueblos indígenas.
El problema es urgente, «especialmente en un momento en que los gobiernos de la Amazonía y los Estados Unidos —donde se encuentran estos bancos y fondos— están eliminando la protección del medio ambiente y de los pueblos indígenas», dice Moira.
Las grandes inversiones ejercen presión sobre el medio ambiente
A finales de 2019, Donald Trump confirmó a las Naciones Unidas la retirada de los Estados Unidos del Acuerdo de París. Aunque muchos de estos financiadores han expresado públicamente compromisos con la responsabilidad corporativa socioambiental y con las iniciativas climáticas como el Acuerdo de París, continúan financiando la destrucción de la Amazonía y la violación de los derechos territoriales indígenas, recuerda el informe de Amazon Watch.
Enfrentar el poder económico y político de estas instituciones financieras no es una tarea simple. BlackRock, por ejemplo, se considera el fondo global más grande, con más de US$ 7,4 billones bajo su administración —es el mayor inversor del mundo en productos básicos como el petróleo, el gas y el carbón. JPMorgan Chase ha invertido, desde 2016, más de US$ 196 mil millones en compañías que explotan combustibles fósiles.
Por ello, Amazon Watch, junto con otras instituciones, lanzó la campaña Stop The Money Pipeline. La idea es buscar el compromiso de la sociedad civil para presionar a estos bancos para que dejen de invertir en estos proyectos.
Otra iniciativa es la solicitud de que, durante la pandemia de covid-19, sea implantada una moratoria en la Amazonía para suspender todos los proyectos de prospección de minerales, petróleo, madera y agronegocios, así como el proselitismo religioso que rodea a los pueblos indígenas.
La región ya ha sufrido graves consecuencias de la contaminación ambiental a gran escala causada por la explotación petrolera. Entre 1964 y 1990, Texaco — comprada por Chevron en 2001 — vertió ilegalmente más de 59 mil millones de litros de desechos tóxicos y 63 millones de litros de petróleo crudo en la Amazonía ecuatoriana, afectando directamente a los territorios indígenas.
Más de 480 mil hectáreas de bosque han sido contaminadas y había al menos 30 mil personas afectadas en ese momento. Los desechos llegaron a Brasil y Perú. Otra compañía, Occidental Petroleum (OXY), que operaba en Perú entre 1975 y 2000, echó miles de millones de litros de desechos tóxicos a los bosques y ríos de la región.
«Las compañías petroleras que operan en la Amazonía suelen usar tácticas de dividir y conquistar para avanzar en sus planes de perforación, lo que lleva a una mayor desigualdad en la región», dice Moira Birss.
La salud de las comunidades indígenas también se ve gravemente afectada. Un estudio epidemiológico en Ecuador encontró que, para las personas que viven en áreas productoras de petróleo, el riesgo de diversos tipos de cáncer era decenas de veces mayor que el promedio de la población. Se encuentran elementos altamente tóxicos en aguas cercanas a las operaciones petroleras en la Amazonía, como cadmio, mercurio, plomo, cloruro de potasio, níquel, cobre y otros.
En la cuenca del río Corrientes, en el noreste de Perú, un estudio realizado por el Ministerio de Salud constató que el 90 % de los hombres, mujeres y niños indígenas del pueblo Achuar tenían niveles de metales pesados en el torrente sanguíneo muy por encima de lo que se consideraba seguro.
”Necesitamos actuar rápidamente, porque todos sabemos que la Amazonía se está acercando rápidamente al punto de inflexión, con más incendios y sequías cada año. Los bosques y las poblaciones tradicionales, especialmente los pueblos indígenas, están en grave peligro”, recuerda Moira Birss.
La pandemia aumenta el riesgo de dependencia del petróleo
La pandemia del nuevo coronavirus ha afectado directamente al sector petrolero. El barril de petróleo crudo llegó a costo cero a finales de abril, con una oferta muy superior a la demanda. A medio plazo, esto podría frenar los proyectos planificados para la Amazonía y evitar que las instituciones financieras sigan invirtiendo miles de millones de dólares en la región. Pero la directora de Amazon Watch es escéptica.
Para Moira, la pandemia aclara aún más la necesidad de que los gobiernos y las compañías respeten los derechos indígenas, ya que el Covid-19 muestra un efecto devastador en sus territorios, especialmente en los de pueblos aislados. “La pandemia ha exacerbado la crisis que ya enfrentan las industrias de petróleo y gas, tanto por el cambio climático como por la mala gestión y el endeudamiento excesivo. Además, subraya cuánto se olvida a las comunidades locales en las promesas de ‘desarrollo’ hechas por las compañías”, critica.
En el caso de Ecuador, la crisis reveló la vulnerabilidad de la economía del país y la dependencia de los commodities orientados a la exportación, especialmente el petróleo. “Desde la década de 1960 e incluso cuando el barril se cotizó en US$ 120, el petróleo no ha sido la panacea económica que el gobierno continúa vendiendo. En cambio, atrapó al país en un ciclo de deuda y dependencia ”, evalua Moira.
Ahora ha quedado claro para todos que el petróleo y el gas no solo son perjudiciales para el clima y para los pueblos indígenas, sino también para los bolsillos de los inversores, cree la directora de Amazon Watch, «este es el momento de invertir en la resiliencia climática, alternativas lideradas por indígenas y energías renovables”.
Fuente: Mongabay Latam
*Imagen principal: El río Javari, en la frontera entre Brasil y Perú, es un importante afluente del río Solimões, la arteria central de la Cuenca del Amazonas. Foto: Rhett A. Butler / Mongabay.
El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.