Un proyecto escolar inspiró a las mujeres de la comunidad San Andrés, del municipio de Concepción, a tejer objetos útiles y recuerdos con bolsas plásticas desechadas para ser vendidos a los ocasionales visitantes.
Por Doly Leytón Arnez/ Fotos: Nelson Pacheco
La información de que cerca a Concepción un grupo de mujeres inspiradas por una tarea escolar de sus hijos encontraron una oportunidad de generar recursos económicos produciendo artesanías con “basura”, nos llevó hasta una pequeña comunidad en el Oriente boliviano que alberga a unas 47 familias.
A 278 kilómetros de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, después de unas 5 horas de viaje, a los lados de la carretera pavimentada se pinta un paisaje adornado con casas rústicas construidas con madera, barro y con techos de motacú (una palmera del lugar). Llegamos a San Andrés, la última comunidad –sobre la carretera– antes del pueblo de Concepción, destino turístico muy conocido por ser parte de las Misiones Jesuíticas de Chiquitos.
El bus nos dejó cerca a la Sede Comunal. Cruzando la calle nos aproximamos a un quiosco donde las miradas de los moradores – jóvenes y niños de piel morena- delatan curiosidad y algo de timidez. No es para menos, en una comunidad tan pequeña todos se conocen y la presencia de foráneos causa extrañeza.
Sin embargo, el sólo mencionar que buscamos a las personas que tejían artesanías con bolsas plásticas causó revuelo inmediato. Como una colmena alborotada empezaron a aparecer niños que con mucha emoción relatan que son ellos los que hacen los tejidos con bolsitas. Uno de los pequeños, pidió que lo esperemos y veloz corrió a la casa vecina. En un par de minutos volvió con una mujer, que por sus rasgos faciales, se evidenciaba que era su madre.
Lucrecia Poiquí, morena, de unos 40 años, nos invitó a tomar asiento sobre una madera larga colocada en frente al quiosco carretero. Allí en un rodeo formado por niños y jóvenes nos comentó que desde octubre del 2015 varias mujeres de la comunidad están tejiendo a mano artesanías con bolsas desechadas. “Yo le enseñé a mi mamá”, mencionó entre dientes uno delos niños varones. Afirmación que Lucrecia corroboró. “Sí, la profesora María Jesús les enseñó a los chicos para ‘eso del reciclaje pero solo hacían tejidos planos. Yo le dije a la ‘profe’ que podíamos hacer gorras o sombreros y así empecé y luego también las demás mujeres”, comentó entusiasmada.
Bastó un minuto para conocer al resto de madres que con agujas de crochet transforman los plásticos que antes iban a parar a la basura o a los alambrados de las casas y al río. Cruzamos la carretera y en frente en una casita rústica, también con techo de paja, media docena de mujeres nos enseñaron su trabajo: sombreros coloridos, tejidos cuadrados que sirven de posa vasos, monederos y hasta un pequeño mantelito, que por su material seguro será eterno.
“Ya no botamos las bolsas. Antes había regadas, ahora ya no. Yo encargué en Concepción para que me reúnan también”, comentó una de las mujeres mientras cortaba con una tijera una bolsa para hacer las hilachas plásticas que usan para tejer.
La comunidad de San Andrés forma parte de la cuenca media del río Zapocó del municipio de Concepción. Con esta actividad, las mujeres y niños de San Andrés están ayudando a disminuir el impacto ambiental que provocan las bolsas plásticas sobre las fuentes de agua de Zapocó. Se ha convertido en un ejemplo digno de emular por otras comunidades no sólo de Concepción o de la región sino de Santa Cruz y Bolivia. Su trabajo, con un poco más de apoyo técnico, puede ser una importante fuente de ingresos que ayude a la economía familiar.
Esta iniciativa espontánea, además de ser amigable con el medioambiente, es vista por estas mujeres como una oportunidad para generar ingresos, porque que ya han tenido la oportunidad de vender algunos de sus objetos.
“Don Tito Arana viene y compra”, dice Lucrecia a tiempo de comentar que tienen la intención de organizarse con las mujeres de la comunidad para producir más objetos que puedan ser de interés de los turistas.
Al final de la visita, nuestro guía compró algunas gorras, a 20 bolivianos cada una, lo que causó entusiasmo entre las tejedoras y más aún entre los niños que nos despidieron con grandes sonrisas.
“Ya no botamos las bolsas. Antes había regadas, ahora ya no”
Plástico y medioambiente
Con el paso del tiempo las bolsas plásticas se han convertido en un elemento muy contaminante. Su uso es muy popular pero hay poca conciencia respecto a su disposición final. Producido a base de polietileno, tarda en degradarse entre 150 a 400 años.
Según el portal Ecología Verde, las bolsas de plástico consumen grandes cantidades de energía para su fabricación, están compuestas de sustancias derivadas del petróleo, que pueden tardar en degradarse más de medio siglo. Asimismo, las bolsas serigrafiadas pueden contener residuos metálicos tóxicos.
La gran mayoría acaba siendo desechada sin control, contaminando tanto las ciudades como los ecosistemas naturales. Estados Unidos y la Unión Europea consumen el 80% de la producción mundial, aunque su generalización en los países en vías de desarrollo está agravando el problema.
En muchos países, incluso en Bolivia, se ha intentado la disminución de uso o reemplazo por envases reutilizables pero los resultados no son alentadores. Desde una pequeña prenda de vestir hasta los productos que ya vienen envasados son entregados a los compradores en bolsas plásticas en mercados y supermercados.
En abril del 2015 el Ministerio de Medio Ambiente del Estado de Bolivia desveló un estudio que da cuenta que en el país se utilizan más de 2000 millones bolsas plásticas al año. Sin considerar los plásticos de otros productos que ya vienen envasados.
En la oportunidad también se firmó un convenio, parte de un proyecto piloto, con algunos supermercados para sustituir gradualmente las bolsas de nylon con bolsas reutilizables. En la actualidad el uso de bolsas plásticas tanto en las grandes cadenas comerciales como en los mercados sigue siendo común.