A medida que los países de todo el mundo fijan metas para reducir el uso de combustibles fósiles en un esfuerzo por frenar el calentamiento global, prospera una nueva industria de las energías renovables, impulsada en gran medida por los vehículos eléctricos y los objetivos de sustitución del carbón, el petróleo y el gas por la energía solar y otras fuentes de energía. Pero esta llamada revolución “verde” tiene un costo que recae principalmente en comunidades alejadas de los países que disfrutan de los beneficios del auge de las energías renovables.
Los paneles solares, las baterías de las placas solares y los vehículos eléctricos requieren metales que se encuentran en varios países, no todos ellos tradicionalmente mineros. La minería es un negocio sucio que deja una gran huella medioambiental, y que a menudo tiene lugar en zonas remotas habitadas por pueblos indígenas u otros pueblos tradicionales. Y aunque la energía a la que contribuyen puede ser renovable, los propios minerales no lo son, lo que lleva a algunos críticos a afirmar que el auge de las energías renovables no es más que cambiar una forma de producción insostenible por otra.
Los investigadores y la industria intentan compensar esta situación, abogando por un mayor reciclaje y reutilización de los minerales, así como por tecnologías que dependan de materiales más fáciles de conseguir y que tengan un menor impacto ambiental. Pero estos esfuerzos se ven superados por la demanda de minerales como el litio, considerados “críticos” para la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables.
Los éticos también están divididos: algunos sostienen que la urgencia del riesgo de un calentamiento desbocado exige hacer concesiones mientras la tecnología de energías renovables se pone al día, al tiempo que otros piden una reducción drástica del uso de la energía para disminuir la necesidad de más minería.
En países latinoamericanos como Chile, Argentina, Bolivia, México y Perú, los gobiernos tratan de sacar provecho de la demanda de minerales que no han sido extraídos de forma tradicional en la región. Se mueven en un tablero económico dominado por Estados Unidos y China, que compiten en la carrera por conseguir minerales estratégicos, y Rusia, cuya guerra contra Ucrania ha interrumpido el suministro energético a Europa, ha empujado a la Unión Europea hacia una transición más rápida.
El problema se cierne sobre las comunidades locales, muchas de ellas indígenas, que temen que se dañen sus tierras, se agoten sus reservas de agua y se destruyan montañas que consideran sagradas. Los expertos afirman que los retos que se avecinan exigen una mejor gobernanza, tanto en los países ricos en recursos como en las naciones que se están beneficiando más rápidamente de la transición energética. Pero aún queda mucho por hacer para igualar las condiciones, si es que es posible.
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Litio en Bolivia
¿Un tesoro imposible de desenterrar?
Por: LUIS ALBERTO GUEVARA
En Bolivia, tras 15 años de hablar del litio, de producción hay poco y de industrialización, nada.
La belleza del Salar de Uyuni es indescriptible, con caminos sin principio ni fin que se pierden en el horizonte. La planicie de 12.000 kilómetros cuadrados ubicada en el departamento de Potosí, Bolivia captura la mirada con su asombrosa fusión del azul celeste y el blanco puro de su superficie. Reconocido como una de las maravillas naturales del planeta, el Salar de Uyuni no solo destaca por su belleza, sino también por albergar la reserva más grande del mundo de litio, un recurso natural clave para la transición hacia la energía verde. Por eso, más allá de su espectacularidad natural, el Salar ha generado un torbellino de sueños y posibilidades para Bolivia.
El litio es visto como un pilar de desarrollo económico en Bolivia que ha despertado enormes expectativas. No se trata solo de extraer la materia prima, sino de impulsar una industria de baterías de ese metal cuyas propiedades de almacenamiento son únicas y un proceso de industrialización que comenzó hace 15 años y que se ha cargado de grandes esperanzas. Sin embargo, para algunos como Efraín Quispe, Jiliri Mallku del Consejo de Gobierno Autónomo Originario de la Marka Tahua Aranzaya Maranzaya, esas ilusiones se han convertido en frustraciones. “Totalmente desilusionados, estamos a ese nivel”, concluye con un tono de resignación.
Deshechos de tierra que quedan en medio del Salar de Uyuni por la explotación de minerales.
Sin embargo, la visión del presidente de Bolivia, Luis Arce Catacora, es diferente y calificó a la industria del litio como “horizonte estratégico” para la economía boliviana y prometió que “para el primer trimestre del 2025, Bolivia ya debe estar exportando baterías de litio, con materia prima nacional”. El plazo se acerca y la misión parece condenada al fracaso.
Una danza de dólares
Han pasado 15 años desde que el Gobierno nacional del Movimiento Al Socialismo (MAS) empezó a hablar de la explotación del litio para su industrialización y todavía no acaba de sentar las bases de la producción industrial, pese a tener las reservas más grandes del mundo de litio con 23 millones de toneladas solo en los salares de Uyuni (21 millones) y Coipasa (2 millones).
De la producción del litio como materia prima a escala industrial no hay nada y menos de la fábrica de baterías de litio para automóviles y teléfonos celulares, que no terminan de salir de la fase piloto; empero, desde el Gobierno la danza de los millones de dólares en torno a este producto no dejan de parar.
Así, para el 6 de agosto de 2023 se anunció la inauguración de la Planta de Carbonato de Litio de Llipi en el Salar de Uyuni algo que recién ocurrió el 15 de diciembre de 2023, con una capacidad de producción de 15.000 toneladas anuales que, sí se venderían a 40.000 dólares la tonelada, el país ingresaría 600 millones de dólares, según cálculos del viceministro de Energías Alternativas, Álvaro Arnez. Empero, aquello sigue en espera.
Pero estas cifras van a más allá. A raíz de los cuatro contratos que firmó el Gobierno Nacional con tres empresas chinas y una rusa en enero y junio de este año, las proyecciones para 2025 son producir más de 100.000 toneladas incluidas las de la planta de Llipi, que pertenece a la empresa estatal Yacimientos del Litio Bolivianos (YLB), e ingresar a las arcas del Estado $us 9.600 millones a partir de 2026, sostuvo el viceministro de Exploración y Explotación de Hidrocarburos, Raúl Mayta, en declaraciones a ABI.
Si bien a esta danza de dólares todavía no entraron los millones que podrían ingresar al país por la industrialización, esto despertó una enorme expectativa en la gente que vive en inmediaciones del Salar de Uyuni, pues creyeron en que estas plantas podrían distribuirse en diferentes comunidades para que en unas produzcan las carcazas de baterías, por ejemplo, y otras, algunos componentes de baterías. “A ese nivel se había pensado”, sostiene Quispe quien reconoce que esto fue “un poco como influencia del Gobierno de Evo Morales”.
“Son 15 años con un capital asignado de algo más de mil millones de dólares y ni siquiera hay materia prima (para industrialización)”, afirma Pablo Villegas experto del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB) que hace seguimiento a la explotación del litio, al aclarar que si bien el país “produce materia prima, pero es producto todavía de la fase piloto”.
Actualmente, la fase piloto de producción de litio se hace bajo el sistema de evaporación y YLB aplicará este modelo en la Planta de Carbonato de Litio de Llipi, que está en el Salar de Uyuni, pero con la suscripción de contratos entre el Gobierno nacional y tres empresas chinas y una rusa, la obtención de materia prima será mediante la Extracción Directa del Litio (EDL), detalla Lino Barahona, jefe de Operaciones de YLB.
Lejos de la industrialización
En todo este proceso, lo más crítico es la industrialización, sostiene Villegas quien afirma que el país no avanzó en la innovación tecnológica y en el registro de patentes para la producción de baterías de litio que anualmente son miles en el mundo.
Y si a la hora industrializar el país no logra obtener sus propias patentes -advierte- se verá obligado “a comprar las patentes y terminará pagando de la propiedad intelectual de otros y terminará trabajando para el dueño de la patente”.
En teoría, Bolivia tendrá más de 100.000 toneladas de litio año a partir de 2025, con las que se ingresará a la fase industrialización y/o producción de baterías, según la propuesta del Gobierno. Sin embargo, el experto del CEDIB observa que para producir una batería no solo se requiere litio, que es el 3,5% del producto final, sino otro tipo de minerales y elementos tecnológicos.
Detalla que se requiere níquel y cobre, por ejemplo, que puede haber en el país, pero que se necesita desarrollar su explotación minera; esto podría demorar entre cinco y diez años. También las baterías se componen de cobalto y grafito, que no hay en el país, y que se tendría que importar. Lo más preocupante, es que Bolivia no produce los semiconductores de energía, que son cerebros electrónicos en microchips.
“La explotación del litio, hasta la fecha, desde las propuestas del Estado, ya es un fracaso, hablando de la explotación del litio y la industrialización. Estamos en los plazos de la fase piloto que ya vencieron hace años. Estos años significan pues, millones y millones de pérdidas en dinero”, afirma el Jiliri Mallku del Consejo de Gobierno Autónomo Originario de Marka Tahua Aranzaya Maranzaya.
Con esto también se desvanecen las esperanzas de crear fuentes de empleo para las personas del lugar como les habían prometido. “Va a haber la empresa del litio, vamos a contratar a sus hijos, a sus hijos vamos a capacitar, van a ser profesionales”, recuerda Quispe que eso les dijo el Gobierno por medio de la propaganda, “pero eso es una gran ‘mamada’ (engaño)”.
Contratos opacos con el extranjero
El gobierno del presidente Luis Arce, del Movimiento Al Socialismo (MAS), a través de YLB, este año, firmó cuatro contratos para la instalación de plantas que producirán carbonato de litio grado batería al 99,5% de pureza. El primer contrato se suscribió el 20 de enero con la empresa china CATL BRUNP & CMOC (CBC) que instalará dos plantas en los salares de Uyuni y Coipasa; cada una, con capacidad de producción de 25.000 toneladas anuales.
Después, el 29 de junio, YLB firmó contratos con la rusa Uranium Group One y la china Citic Guoan para la instalación de dos plantas que producirán 25.000 toneladas anuales de carbonato de litio grado batería 99,5% cada una. En total, las tres empresas, en las cuatro plantas, invertirán 2.800 millones de dólares.
Sin embargo, estos contratos son cuestionados por la población porque el Gobierno no reveló bajo qué condiciones se suscribieron los mismos; simplemente, desde YLB se emitió un comunicado que dice que “la implementación de las plantas industriales de carbonato de litio, (están) bajo el modelo de negocio soberano”.
“El señor Arce es una persona que, o su Gobierno, se está caracterizando por cada vez más alejarnos de la verdad, la transparencia”, sostiene la senadora por Potosí del partido opositor Comunidad Ciudadana (CC), Daly Cristina Santa María.
Por su parte, Quispe recuerda que, como pueblos originarios, en cuyo territorio están las reservas del litio, “hemos solicitado audiencias a las instancias estatales y hasta la fecha no nos dan audiencia”, para hablar de todos los temas relacionados con la explotación de este mineral.
A su turno, Villegas asegura que los cuatro contratos solo son para producir materia prima y que en ningún momento “el Gobierno ha dicho estamos obligando a la empresa que nos instale aquí la fábrica de baterías”.
Fotografías: Carlos Alberto Rodríguez Calizaya
Temor ante el impacto ambiental
Sin que hasta ahora la explotación del litio como materia prima y su posterior fabricación para baterías de automóviles y teléfonos celulares haya ingresado a su fase industrial, los pobladores de inmediaciones a los salares de Uyuni y Coipasa ya empiezan a manifestar sus temores.
El Jiliri Mallku del Consejo de Gobierno Autónomo Originario de Marka Tahua Aranzaya Maranzaya, Efraín Quispe, dice que en esas zonas “ya no hay precipitaciones fluviales, ya prácticamente por todas partes vamos a tener que carecer de agua. Ya estamos sufriendo”.
Mientras que Víctor Copa, exjilata Mallku del municipio de Salinas de Garci Mendoza (Oruro), dice que para regenerar los campos de cultivos y los pastizales ahora hay que perforar pozos para sacar agua. En los últimos diez años las lluvias han estado más escasas que antes, resalta.
En una nota que publicó el portal web chilesustentable.net, la docente del Departamento de Ingeniería Química y Procesos de Minerales de la Universidad de Antofagasta (UA), Ingrid Garcés, que conoce bien el impacto de la industria del litio en su país, afirmó que “para producir una tonelada de litio se evaporan 2 millones de litros de agua desde las pozas, es decir, 2 mil toneladas de agua que no es posible recircular”.
Entonces, ¿en inmediaciones del Salar de Uyuni de dónde se obtendrá esa cantidad de agua?
El alcalde de Colcha-K (Potosí), César Alí, cree que las fuentes hídricas que se localizan en Puerto Chubica, Villa Candelaria, Río Grande y Colcha K, son las que proveerán de agua para la explotación de litio, aunque la gente ya ha manifestado su rechazo “para cuidar su subsistencia”. Sin embargo, YLB logró persuadir a los vecinos de la comunidad de Río Grande del municipio de Colcha K, donde se encuentra el foco “principal de agua”, y ya se perforaron pozos para abastecer a la Planta de Agua de Llipi a cambio de algunas fuentes de empleo para los vecinos de esa población.
El experto del CEDIB, Pablo Villegas, afirma que quién puede responder cuánto de agua se va a necesitar para explotar el litio es el estudio de impacto ambiental, pero que lamentablemente en el país el Gobierno no lo hace público. “El daño ambiental puede ser muy grande realmente, muy grande. Puede liquidar las tierras e inclusive contaminar a la población”, advierte.
De esta manera, el Salar de Uyuni, una maravilla natural de Bolivia, y sus habitantes parecen vivir una encrucijada entre el potencial turístico y la explotación de sus recursos de litio. Aunque Bolivia no es un destino turístico de los más populares las cifras muestran un paisaje en evolución. Según el Instituto Nacional de Estadística de Bolivia, después de registrar 180.000 turistas en 2022, el turismo receptivo en el país experimentó un significativo crecimiento del 35% en 2023, con la expectativa de llegar a unos 700.000 turistas para finales de ese año. Este hecho parece justificar las afirmaciones de Efraín Quispe, un líder local, quien dice que la comunidad prefiere centrarse en “industrializar” la industria turística en lugar de depender únicamente de la extracción de litio aunque reconoce con cierto desasosiego que la explotación de este recurso será inevitable.
Conoce los métodos de extracción de litio aquí
Foto: Yda Ponce
Fotografía: Michelle Morelos
Este proyecto de Historias Sin Fronteras fue desarrollado con el apoyo del Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Hughes e InquireFirst.