- Lograr la titulación de tierras a favor de los pueblos indígenas peruanos es una forma de dar seguridad a las familias, aunque también toque defender los territorios con la vida, afirma la lideresa yanesha.
Por Astrid Arellano / Mongabay Latam
Teresita Antazú está convencida de que sin la tierra los pueblos indígenas no habrían sobrevivido a la pandemia de Covid-19. Durante los momentos más difíciles, las plantas tradicionales se convirtieron en medicina y el bosque en farmacia. Lo mismo ocurrió con la alimentación de la gente, porque el gobierno del Perú llegó tarde a las comunidades.
“En esta pandemia que ha cambiado nuestra vida, gracias a que tenemos territorios, gracias a que tenemos chacras, a que tenemos ríos, plantas medicinales y conocimientos, ha sido nuestra supervivencia”, afirma la responsable del Programa Mujer Indígena de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep) y parte del consejo directivo de la misma organización.
Pero lo que no pudieron frenar fue la escalada de violencia en distintos puntos de la Amazonía peruana, otra de las graves consecuencias de la pandemia. Estas amenazas que acechan a los territorios indígenas continúan y le resultan cada vez más preocupantes. “La cosmovisión de los pueblos indígenas es así: defendemos lo nuestro y no destruimos nuestra tierra porque sería destruirnos a nosotros mismos. Es algo que llevo muy adentro”, afirma la lideresa yanesha, originaria de Nuevo Antonio, una comunidad ubicada en el distrito de Oxapampa, de la región Pasco, en la selva central del Perú.
Mongabay Latam conversó con Antazú sobre las múltiples formas en que los gobiernos, las empresas y las economías ilegales están transformando el entorno y acabando con la riqueza de los territorios indígenas, además de poner en riesgo la vida de quienes los defienden.
—¿Cuáles son las principales amenazas o problemáticas que han detectado en los territorios indígenas peruanos y de qué forma están afectando a las comunidades?
—Los problemas más grandes son las invasiones territoriales. También la extracción de madera, petróleo y minería. Inclusive, las carreteras. A veces sentimos que sí nos van a beneficiar y que puede ser saludable, pero al entrar es todo un cambio: llega más gente, te invaden, se ponen en peligro las tierras y los ríos se contaminan. Ponen en peligro nuestros territorios y nos ponemos en peligro nosotros, porque al tratar de defender, al tratar de no permitir que entren, muchos hermanos están muriendo.
Tenemos defensores y defensoras que han fallecido luchando por los territorios, defendiendo nuestras tierras. Es terrible porque a veces sentimos que estamos en peligro y que no tenemos protección del Estado, al contrario, es el que está mandando a las empresas. Las regiones no titulan comunidades, pero sí titulan predios. ¿Cuál es el chiste? Nos están afectando, porque nos quitan nuestras tierras. Estamos en constante temor sobre qué es lo que va a pasar con nosotros.
—Precisamente, en toda la región existen numerosos casos de defensores de la tierra que han sido asesinados y comunidades indígenas que han sido desplazadas por la violencia y los proyectos extractivos. En el caso de Perú, ¿cómo estos hechos están afectando la vida de los pueblos indígenas?
—Es algo muy visible. Estos últimos años nosotros ya tenemos miedo, vivimos con temor. Porque, donde entra la carretera, donde sacan madera, inclusive ahora con el sembrío de coca, hace que gente de muchos lugares venga y, si le dices: ‘ese es mi terreno’ o ‘no te metas por ahí’, amenazan o simplemente desaparecen a la persona y nunca más la vuelves a ver. Nosotros sabemos que los han matado. Esas cosas nos afectan bastante, muchísimo. Eso crea inseguridad e incertidumbre en las comunidades, en los pueblos.
No hay tranquilidad, ni siquiera podemos decir que el gobierno diga: ‘no toquen esas comunidades, no afecten’, al contrario, están invadiendo más. Están llevando más adentro las carreteras, los sembríos que afectan y que ponen inestables a las comunidades. Vivimos con temor, siempre pensando en qué nos pasará o qué le pasará a mi tío, a mi primo, a mi hermano que está defendiendo la tierra.
—¿Cómo se han organizado desde las comunidades para hacer frente a todos estos riesgos? ¿De qué manera están dando seguimiento a los casos de asesinatos?
—Lo estamos enfrentando con nuestro propio esfuerzo. Nos organizamos como comunidades y, en algunos lugares, hemos creado lo que llamamos seguridad indígena. Nos aferramos a nuestras organizaciones, porque es una manera de sentirnos un poco fuertes, porque al final nos han enseñado que es nuestra tierra y, si tenemos que morir ahí, moriremos, porque ¿a dónde vamos a ir? Nosotros no tenemos otras tierras, otras casas, no sé qué sería irnos a Lima.
Siempre hemos dicho que vamos a defender nuestros territorios, si es posible, con nuestra vida. A veces nos causa temor, nos causa incertidumbre, pero lo único que nos toca es luchar, seguir defendiendo y, sobre todo, hacer titular a los lugares pendientes para que por lo menos tengamos seguridad en nuestras tierras.
Hoy, hombres y mujeres estamos metidos en el asunto, estamos ahí para defender, para reunirnos y denunciar, lo hacemos en grupo para que no parezca que es uno nada más quien está reclamando, porque es a quien desaparecen. En cambio, si salimos como comunidad, si salimos como Federación, como región, es un poco más fuerte y hay más respeto también.
—¿Qué significa ser lideresa indígena en este contexto? ¿Cómo es vivir bajo amenaza, con este miedo constante, y saber también que otras compañeras y compañeros están en situaciones similares?
—Es bastante difícil, pero tú conoces tu derecho y sabes que tienes que defender, porque no es solamente por nosotros. Yo tengo a mis hijas e hijos que van a necesitar un pedazo de tierra para vivir y, si me la quitan, ¿a dónde van a ir? Nosotros nos ponemos de acuerdo, nos ponemos a reclamar, a formarnos en lo que llamamos seguridad indígena. Estamos pendientes en nuestras comunidades. Hay lugares donde no entran porque saben que estamos organizados, pero hay lugares donde hacen lo que quieren y nos hacen sentir en peligro.
Pero también nos hace fuertes pensar que estamos unidos, que vamos a luchar por nuestros territorios y que podemos denunciar los casos de nuestros hermanos. Si Arbildo Meléndez, que falleció hace dos años defendiendo la comunidad de Unipacuyacu, ha sido capaz de dar su vida por la comunidad, ¿por qué nosotros no? Por nuestros hijos, por nuestras familias, por nuestras generaciones. En algún momento tenemos temores, pero también decimos que, venga lo que venga, nosotros vamos a defender nuestros territorios.
Por eso venimos trabajando para que más mujeres y hombres puedan ser líderes y puedan acompañarnos en este proceso, en todos los niveles. Es bonito porque mis hijos tienen un lugar seguro en la comunidad y entonces valió la pena hacer la lucha. Eso nos hace felices.
—¿Qué posición tienen ahora las mujeres en el movimiento indígena peruano?
—Me alegra mucho ir a las regiones y ver que realmente valió la pena todo el esfuerzo que hemos hecho durante los años que he trabajado capacitando a las mujeres que ahora son lideresas y están en la lucha. Es bonito ver esas cosas, que las mujeres queremos surgir, queremos ser mejores, queremos ocupar espacios. Eso no se encuentra mucho en las comunidades, a veces, porque las mujeres tienen temor de asumir cargos, pero hay mujeres jefas de comunidades que ahora quieren ser alcaldesas.
Desde el año 2000 —cuando yo entré a Aidesep— hasta ahorita, se puede decir que hemos avanzado poco a poco y estamos ocupando espacios para que nosotras las mujeres podamos tener las mismas oportunidades que los hombres, que podamos estudiar, que podamos liderar.
¿Cómo es la relación entre la mujer indígena y la naturaleza?
La relación de la mujer y la naturaleza es bonita. Como nos enseñaron que la madre es la tierra, la cuidamos y no la picamos porque sí, no la botamos porque sí. Inclusive, cuando nosotras vamos al bosque, hacemos un pequeño saludo antes de coger las plantas. Alan García [expresidente del Perú] nos ha dicho que somos “perros del hortelano” porque tenemos un montón de tierra y no le hacemos nada, porque no la vendemos o trabajamos, pero es porque es parte de nosotras. Si la cuidamos, nos cuidamos a nosotras. Si no permitimos que se contamine, cuidamos nuestra salud y la de nuestros hijos. Si vendemos la tierra, ¿de qué vamos a vivir? La relación de la tierra y la mujer es muy cercana.
—¿De qué forma trabaja el Programa Mujer Indígena y cuál ha sido su relevancia para empoderar a las mujeres?
Entre los objetivos grandes del Programa Mujer, está fortalecer la lucha de los pueblos por nuestros territorios, porque es algo que nosotros venimos luchando desde siempre, con o sin organización, porque se trata de lugares ancestrales de protección que queremos que queden para nuestros hijos y nietos.
También queremos, por medio de este programa, garantizar la participación de la mujer en la toma de decisiones. Este es un tema muy importante porque nosotros tenemos que luchar por los diferentes espacios. En este último congreso que ha habido, se ha acordado que la participación de la mujer será 50-50.
Otro de los temas grandes es el de la economía indígena, donde buscamos fortalecer a las mujeres con emprendimientos sostenibles que promuevan la igualdad de oportunidades. Venimos de familias patriarcales, donde siempre se ha dicho que los hombres son los que “son más” o que son quienes deben estudiar y ser dirigentes, mientras que las mujeres tenemos que cocinar, cuidar a los hijos y limpiar la chacra.
—¿Qué relación están teniendo las organizaciones indígenas con el Estado peruano? ¿En qué grado están siendo escuchadas y atendidas por el gobierno del país?
—Es terrible decirlo, pero nosotras no nos sentimos apoyadas, no nos sentimos confortadas, no nos sentimos cerca, porque no nos han dado un espacio a nivel nacional como pueblos indígenas. Sí, nos reconocen como pueblos, pero, ¿qué ayuda? ¿Qué apoyo hay? Las comunidades estamos ahí porque luchamos, porque abrimos nuestros espacios. En esta pandemia, ¿qué hospital o qué comunidad ha recibido ayuda? Ninguna. Si nosotros hemos resistido es por nuestras plantas medicinales, por nuestras chacras, por nuestros conocimientos. Nosotros no estamos vivos porque el gobierno nos ha ayudado.
Por eso ahora estamos presentando una agenda grande ante el Estado, estamos buscando entrevistarnos con el gobierno y ver de qué manera nos incluye, porque también somos peruanos; tan peruanos como cualquiera. Son muy pocas cosas que podríamos decir que los gobiernos nos han reconocido. Desde antes han sacado nuestro caucho, han sacado nuestra madera, han sacado nuestra minería. Están quitando nuestras tierras; si estamos sobreviviendo, es por nuestro esfuerzo, por nuestras luchas.
Generalmente, estamos viendo todo el tema de territorio, educación, salud y los Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI). Pero la junta directiva anterior ha dejado la Agenda Grande de Aidesep, que tiene ocho puntos que hay que trabajar, más que con las organizaciones, con el Estado peruano. Buscamos que también pueda ser parte de este proceso organizativo en el que, durante muchos años, no se ha hecho nada.
Una de las propuestas es la creación de un Viceministerio para pueblos indígenas, que nunca lo ha habido. También la creación de un distrito electoral, porque hasta ahorita nosotros no participamos directamente. La defensa de la educación intercultural, que está teniendo bastantes problemas, porque el Estado no la reconoce como tal. Además, estamos viendo la formación de profesionales indígenas: Aidesep ha tenido ya una experiencia, pero desde los proyectos y nosotros queremos que estos profesionales indígenas sean formados y reconocidos por el Estado.
Entre otros temas, también estamos viendo cómo sería la articulación con el Poder Judicial, es decir, con la justicia y cómo se podría garantizar el respeto a nuestros derechos como pueblos indígenas, a nivel nacional e internacional. Si bien es cierto que hay leyes, no se cumplen o se olvidan.
—¿Qué tanto es el avance en la titulación de los territorios y qué tanta voluntad política del Estado ha habido para reconocer los espacios de los pueblos indígenas?
—En Aidesep tenemos un área que ve la titulación, el reconocimiento, la exploración y todo lo que es el proceso de titulación. Tenemos una buena cantidad de comunidades ya tituladas, pero lo están por esfuerzo de nosotros, porque hemos hecho todo lo posible, pero no porque el gobierno haya querido hacerlo, al contrario, sobre todo si hay una riqueza mineral o forestal.
Las tierras tituladas a comunidades, son 13 788 953 hectáreas; en reservas comunales, 1 461 933 hectáreas; en reservas territoriales, 2 291 624 hectáreas; para un total de 18 172 510 hectáreas. Es lo que podemos contar. Es una buena cantidad, pero es gracias al esfuerzo de las comunidades y las organizaciones. No podemos decir que gracias al gobierno.
—Desde su perspectiva, ¿el Estado peruano le está dando prioridad a proyectos extractivos y a su propia economía por encima de los intereses de los pueblos indígenas?
—Sí, porque el gobierno prefiere invertir y negociar, prefiere a las grandes empresas antes que tratar con las comunidades. Eso es muy visible; desde siempre el Estado quiere las cosas para sí mismo, antes que decir que van para los pobres.
¿Qué significa para usted la palabra territorio?
Para mí el territorio significa mucho, porque a mí me enseñaron que la tierra es parte de nosotros. Mis abuelos nos enseñaron que la tierra es nuestra madre, nuestro padre es el sol, nuestros hermanos son los ríos y las plantas, y los animales son nuestros primos.
Defender los territorios es defender la vida. Defender a las mujeres ha sido también como defender mi vida y defender a mis hijos. Me siento feliz y sé que me toca trabajar bastante fuerte ahora, pero quiero hacerlo, quiero seguir trabajando, quiero seguir apoyando, quiero mejorar las condiciones para las mujeres y ver que realmente haya cambios en nuestras comunidades. Mi abuelo decía que somos de tierra y a la tierra vamos a volver un día, por eso nos va a recibir muy alegre, porque la hemos defendido siempre.
Imagen principal: Teresita Antazú, lideresa yanesha del Perú. Foto: COICA